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APRENDER DE LA TRAGEDIA (apuntes acerca de la SHOA)

Sobre la banalización de la Shoá
por Diana Wrang


Introducción[1].


Observamos en la arena política y en los medios masivos de comunicación el uso habitual de conceptos que nombran y evocan hechos de espanto como nazi, hitler, goebbels[2], la imagen de la esvástica y otros, vertidos como epítetos insultantes. Descargados de su malignidad esencial, se ofrecen al mercado de las ideas como productos light, superficiales y de poco peso, que, en su reiteración y abuso, han perdido su toxicidad original. La Shoá es un hecho extraordinario que, como parte del habla común, se transforma en ordinario, incorporado al escenario cotidiano, degradado en una progresiva invisibilización. Cuando lo extraordinario se vuelve ordinario se mueve la frontera entre lo que está bien y lo que está mal, cambian los umbrales, los sentidos y los significados. Usar las palabras referidas a la Shoá fuera de su contexto, aplicarlas a la ofensa personal, a modo de proyectiles destinados a descalificar a alguna persona o institución, abarata a la Shoá, afecta su potencia reflexiva y educativa. Cuando este paradigma del MAL ABSOLUTO se usa como arma, estamos en presencia de la banalización de la Shoá.


¿Qué es la banalización?


La banalización es un concepto propuesto por la filósofa y escritora alemana Hannah Arendt. Enviada por el semanario New Yorker para cubrir el juicio a Eichmann. Sus entregas periódicas fueron publicadas en 1963 como “Eichmann en Jerusalén. Un informe sobre la banalidad del mal[3]”. Lo define como aquel estado en el que se mata (se tortura, se esclaviza, se oprime, se humilla) no por odio, codicia, envidia, celos o venganza sino como consecuencia de una orden impartida por un superior. No se mata como consecuencia de una emoción violenta sino fríamente, como parte de un trabajo, en estado de obediencia debida. Ello requiere la anulación del juicio moral y el atenerse estrictamente al cumplimiento de la orden. El contexto del MAL ABSOLUTO genera las condiciones para que el perpetrador haga el mal de manera banal, sin sentirse responsable. La misma condición de banalidad es aplicable a todos los que cumplen órdenes aberrantes insertos en un aparato o institución dentro del cual su única responsabilidad es obedecer.
Hasta ese momento los perpetradores eran considerados como individuos con alguna alteración psicopatológica o, tal vez, una monstruosidad innata, autistas sociales incapaces de responsabilidad o culpa. La locura o maldad innata los eximía de culpa y adicionalmente nos liberaba a todos los demás. Resultaba tranquilizador creer que si se trataba de locos o malos, eran una excepción, una monstruosidad de la que el resto del mundo, la gente común, normal y cuerda, no se veía afectada. Arendt echó por tierra esta tranquilidad, nos enfrentó con esta noción de que en determinadas circunstancias nadie estaría exento de hacer daño de manera banal, es decir, sin responsabilidad o culpa; abrió nuevas preguntas sobre nuestra propia condición y los límites sociales de la depravación y la crueldad.
Arendt transformó el sentido de la palabra “banalización” para siempre y hoy se refiere a la trivialización de conceptos y hechos que naturalmente indignan, causan disgusto o son delito. Pero, al usarlos de ese modo, les quita peso, más ligeros se digieren mejor, pueden ser incorporados sin generar inquietudes ni incomodidades; no requieren del cansador trabajo de la reflexión. La banalización transforma algo importante en intrascendente, lo normaliza, lo vuelve sustantivo común. Cuando se banaliza a Hitler y se lo esgrime como arma, no se habla ya de ese déspota que hace algunas décadas quiso cambiar la estructura social y biológica del mundo en un delirio autocrático y megalomaníaco, ahora es hitler, un bufón histérico y algo ridículo con un bigote minúsculo que gesticula y habla escupiendo palabras guturales y da órdenes como un payaso risible. Hitler se banaliza en hitler[4].
El banalizador de la Shoá instala, tal vez sin quererlo, la idea que cualquier cosa es válida cuando se requiere centimetraje periodístico, efectos veloces e impacto inmediato. En el derrame impune de las palabras elegidas para tales efectos -goebbels, nazi, hitler- se advierten dos cosas. Una, la ignorancia del proceso de banalización puesto en marcha y sus consecuencias, lo que es grave para un político o comunicador social, porque desciende los umbrales sociales de aceptación de lo inaceptable. Dos, el conocimiento pobre, superficial y estereotipado sobre la Shoá; no se pretende que todos seamos expertos pero, al menos aquéllos que pretenden representar a la gente, cuando hablan, debieran saber de qué hablan para que sus palabras y sus personas no pierdan credibilidad y confianza.


La Shoá, el MAL y la Humanidad.


Arendt no estuvo sola. Muchos otros más tarde –Todorov[5], Agamben, Bauman por ejemplo- han elevado la voz ante lo que significó y representa la Shoá. La han inscripto en la sociedad humana como una evidencia de su intrínseca fragilidad moral, lo que nos fuerza a revisarnos en nuestra propia vulnerabilidad y quiebre. Ante determinadas condiciones sociales y políticas, la así llamada “ética” se desmorona y revela la fractura de los modelos morales impartidos con las mejores intenciones por los dispositivos escolares, religiosos y familiares. Zygmunt Bauman[6] argumenta que la Shoá no es ajena a lo humano ni a lo occidental, por el contrario, aunque totalmente evitable, ha sido una consecuencia de la modernidad. Las mismas estructuras y modos de operar que hicieron tan eficiente la industria de la muerte, eran las que ya regían previamente y son las que siguen rigiendo en nuestro mundo, siguen siendo los fundamentos de nuestra sociedad. El nazismo y su solución final no fue un “rayo fatídico”, una excresencia azarosa de la sociedad. Bauman sacude nuestra comodidad con su demostración de que este sistema criminal, su invención y realización, está inserto en la civilización y que es una de sus consecuencias lógicas aunque, repito, absolutamente evitables.
Ciertamente, el nazismo fue parte de la sociedad, participó de sus logros y los utilizó en beneficio de sus políticas bélicas y de exterminio. No se creó un aparato social nuevo ni dispositivos sociales diferentes sino que se utilizaron los que existían: organización, planificación, verticalidad, jerarquización y división del trabajo, aceptación de órdenes, burocracia, eficiencia, rapidez, evaluación de costos y desarrollo tecnológico, la noción de que el fin justifica los medios. Todo este aparato contó con la complacencia, complicidad y/o indiferencia de la gran mayoría de la población que admitió, explícita o implícitamente, la política de exterminio total del pueblo judío como un mal necesario. El uso de los dispositivos sociales existentes y conocidos permitió que las acciones fueran llevadas a cabo con frialdad y eficacia, dejando de lado los aspectos personales, eliminando cualquier sentimiento de culpa, estimulando más bien el gusto por haber cumplido la tarea encomendada. Merced a refinadas técnicas de propaganda (cuyos mismos principios siguen utilizándose en la propaganda política y en la publicidad comercial) se transformó la conciencia colectiva en una masa maleable dispuesta a encolumnarse detrás de algunas decisiones que normalmente habrían determinado oposiciones y disidencias. En todas las etapas se contó con la colaboración, muchas veces de muy buen grado, de técnicos, operarios, profesores, académicos, científicos, intelectuales y ciudadanos de buena fe, personas que, en otras condiciones, no habrían aceptado las acciones de crueldad en las que participaron. Los mismos elementos enunciados previamente, son los que constituyen nuestro mundo actual y constituyen tanto su fuerza como su debilidad. Son las instituciones y los dispositivos sociales los que determinan qué está bien y qué está mal, qué hecho se premia y cuál se castiga y mucha de la educación está dirigida a silenciar el espíritu crítico de los educandos, los estimula a obedecer y tomar lo que el maestro enseña como verdades reveladas[7]. Como sucede en la actualidad, también el lenguaje del III Reich, que tan agudamente describió Viktor Klemperer[8],se cuidaba muy bien de enunciar con eufemismos (hoy diríamos “palabras banales”) las acciones emprendidas con la intención de conservar un estado de aparente normalidad que mantenía anestesiada la conciencia crítica colectiva.
Agamben[9] postula que los campos de concentración y exterminio nazis son el paradigma de la modernidad, han instalado la excepcionalidad jurídica como entidad. El universo concentracionario fue el ámbito de la experimentación médica donde se introdujo una nueva disciplina que llama la bio-política: el prisionero se veía reducido a la “nuda vida”, es decir, excluido de la condición de miembro de la comunidad, era despojado y amputado de su vida privada y del derecho; estaba, existía, pero sin ningún derecho ni siquiera sobre su propio cuerpo. Sostiene Agamben que, en la política de genocidio del pueblo judío, el nazismo instaló este modelo que se replica en la actualidad en grupos de individuos que, como los concentracionados, subsisten de manera dual, también están y no están, dentro y fuera de la ley (piensa en colectivos humanos relacionados con control de la natalidad, venta de órganos, desnutrición, eutanasia, explotación, esclavitud, tortura, genocidio).


El camino a la banalización.


La banalización de la Shoá es un fenómeno reciente, pero comenzó incluso antes todavía de que el plan de exterminio hubiera sido pensado[10]. A partir de 1933 y hasta 1945 los judíos fueron señalados, marcados, perseguidos, echados, acorralados y por último asesinados en el reino de terror del nazismo. Los sobrevivientes, decididos a hablar y contar lo vivido, debieron callar durante décadas porque, entre otras cosas, no había nadie dispuesto a oír. Cuando finalmente se quebró este dique de silencio, sus testimonios derramaron sobre nosotros un espanto indecible. Además de sus voces, decenas de películas prestaron imágenes que recorrieron el mundo. Luego, miles de documentos, investigaciones, tesis de grado y posgrado, textos académicos intentan conocer primero y comprender después, lo que pasó y cómo fue posible. La Shoá ya es de público conocimiento y algunos de sus hitos y conceptos se han vuelto lugares comunes que se dicen pero en los que, infortunadamente poco se reflexiona. Los políticos y comunicadores que necesitan renovar las metáforas de su discurso para concitar la atención de los medios, se apropiaron de estas palabras tan pregnantes. Así Auschwitz, Campos de Exterminio, Gueto de Varsovia, Hitler, Goebbels, Nazi, sucedidos con mayúsculas, son nombres propios que se refieren a lo que ha ganado su triste lugar en la lengua y en la historia, se han minusculizado en su devaluación, se han vuelto banales. En este contínuum que va de los hechos al silencio, del silencio a la aceptación, de la aceptación a la difusión, de la difusión al lugar común irreflexivo, se ha agregado la banalización.


Evolución de las palabras.


Las palabras son materia viva, nominan hechos y relaciones pero, al mismo tiempo, las construyen y las constituyen en un proceso de entretejido permanente. El paso del tiempo y las incidencias de su uso, hacen que las palabras vayan adquiriendo nuevos significados, se tiñan de diferentes cualidades, sean aplicadas por las nuevas generaciones en una permanente y viva actualización. Son materia y producto de la comunicación humana y siguen los derroteros de las interacciones y necesidades. Es tanto lo que se dice acerca de la banalización que hasta ya se ha banalizado a la banalización misma. En parte, y esto también se planteará más adelante, es un desafío para quienes estamos comprometidos en rituales y mecanismos de memoria y ritualización, puesto que requieren de repetición, y la repetición misma lima los bordes agudos y disminuye la fuerza de lo que se dice. Lo que está sucediendo con las palabras relativas a la Shoá, y mientras estemos vivos los sobrevivientes y sus descendientes directos, requiere de nosotros un alerta activo y la decisión de abrir una y otra vez el archivo aludido y volver a las fuentes, o al menos, proponer la discusión cuando se advierta una alteración significativa del sentido.
Cuando se utilizan conceptos relativos a hechos extraordinarios y se los aplican a contextos ordinarios, se banaliza. En la intención de subrayar o enfatizar una idea, es válido y legítimo el uso de la metáfora y la analogía. Un concepto conocido y auto-evidente, con un peso específico que hace innecesaria una aclaración, es un atajo comunicacional de gran potencia. Pero cuando su uso se degrada en insulto o se usa en cualquier contexto o para cualquier fin, la licencia poética pierde sentido. La palabra esgrimida cumple la función de arma pero, en el trayecto, sufre el efecto secundario de la pérdida de su contenido original, se vuelve ruido, ese tren que pasa cada tanto y ya no se advierte, se ha vuelto parte del escenario cotidiano.
Ya el Ministerio de Propaganda del III Reich había enunciado las leyes y principios que debían regir toda propaganda que pretendiera construir opinión y consensos. Uno de esos principios era que debían enunciarse pocas ideas, de manera binaria, con muy pocas palabras y que pudieran ser entendidas por los iletrados, debían ser ideas o conceptos simples que tuvieran eco universal para que pudieran ser incorporadas, metabolizadas y, luego de una insistente repetición, aceptadas por todos como verdades per se. La propaganda política y la publicidad comercial sigue estos mismos principios. Si se quiere cubrir de lodo a alguien o insultarlo, el recurso de apelar a términos relativos a la Shoá asegura que el mensaje será recibido. La exageración, la sobredimensión, el estiramiento de las ideas hasta grados inverosímiles forman parte de la intención: pintar con un trazo grueso inequívoco y terminante. Por ejemplo llamar holocausto prenatal[11] a la ley del aborto.


Contenidos y falsificaciones.


Se acusa de goebbels a todo aquel que sea visto manejando la información de modo sesgado o autoritario. Aplicar alegremente el apelativo de goebbels es una clara evidencia del más absoluto desconocimiento de lo que se está hablando. ¿Quién fue y qué hizo Goebbels? El Ministro de Propaganda del III Reich montó un operativo tan exitoso que consiguió encolumnar a todo un pueblo tras los delirios megalomaníacos de Hitler y convertir a gente común en ejecutores y cómplices de asesinatos masivos. Cualquiera sabe que sin el apoyo de la población civil ninguna medida impopular podrá ser aceptada y ningún estado dictatorial puede mantenerse en el poder. El Ministerio de Propaganda nazi encontró esa veta en la teoría “racial” e instaló la idea y la necesidad de la reingeniería humana para mejorar la “raza”: se mataría así a gitanos, homosexuales, discapacitados físicos y mentales y, por supuesto y de manera central, a todo el pueblo judío. El plan quedó trunco merced a la derrota del nazismo pero, si hubiera triunfado, habría continuado con el exterminio del resto de los “inferiores”: los negros, los amarillos, los marrones, los rojos…, todo el que no fuera blanco, rubio y “ario”[12]. ¿Puede un plan de esta enormidad compararse siquiera con cualquier medida tomada por alguno de nuestros políticos?
La palabra nazi es usada como sinónimo de autoritarismo, obcecación, rigidez y como tal es disparada a diestra y siniestra. Pero el nazismo fue otra cosa que un arranque o estilo autoritario o caprichoso, fue una ideología política impuesta por un estado dictatorial, que propendía a la supremacía de Alemania, primero sobre Europa y, finalmente, sobre todo el planeta. La teoría “racial” y el consecuente asesinato de los considerados “inferiores” no tiene ni un pequeño e insignificante punto de comparación con nada de lo que pudiera acusarse a ninguno de nuestros políticos, por más autoritarios, caprichosos o antidemocráticos que sean.


Los judíos son noticia.


Los conceptos relativos a la Shoá tienen el valor agregado de tocar un tema judío, lo que los hace privilegiados por su pregnancia y peso emocional. Jews are news es una conocida frase del mundo periodístico: los judíos son siempre noticia, la mención a algo judío le da a la información, a la conversación, al intercambio, un plus, un sobreentendido aceptado que genera una complicidad silenciosa. Se puede disentir con casi todo, pero la judeofobia está hondamente arraigada en la cultura occidental, es un atajo privilegiado puesto que genera una inmediata comunidad de opinión. Debemos, en consecuencia, distinguir a la banalización de la Shoá de la judeofobia, el antisemitismo, el antisionismo y el negacionismo, aunque no siempre es una tarea fácil porque las fronteras son porosas o sus territorios se superponen.
La judeofobia es el odio o rechazo hacia los judíos, desde lo religioso o étnico. El antisemitismo está basado en la superchería de la “teoría racial” que atribuye causas biológicas a las diferencias morfológicas o culturales de los pueblos. El antisionismo, una expresión travestida de la judeofobia ahora desde lo político, es la oposición a la existencia del Estado de Israel. El negacionismo es la línea de pensamiento que niega la existencia del plan nazi enunciado como la “solución final del problema judío” y alega que es una creación de los judíos, que no existieron los hornos crematorios ni los campos de exterminio. No necesariamente quien incurra en la banalización de la Shoá es judeófobo, antisemita, anti sionista o negacionista pero, en el acto de la banalización abona, tal vez sin quererlo, los objetivos de aquéllos.
Podría decirse en este punto de la argumentación que, dado que soy judía, me caben las generales de la ley y soy pasible de recibir la misma crítica que han recibido otros judíos al momento de señalar alguna conducta como judeófoba o antisemita. Hay quienes dicen que los judíos somos muy susceptibles, que leemos como antijudías las referencias anti israelíes o que entendemos como antisemitas todo y cualquier comentario adverso que nos incluya o mencione. Se nos acusa de extremadamente sensibles, de exagerados, de aprovechadores, de víctimas profesionales, y de pretender serlo de manera excluyente y autorreferencial. Convengamos que tenemos buenas razones para encender los alertas y emprender alguna acción, ante el menor esbozo de lo que puede desembocar en lo que, tristemente, conocemos como posible. Convengamos también en que la judeofobia y el antisemitismo siguen vivos y sus signos se advierten por doquier. No es de extrañar. Esta noción, alimentada a lo largo de 16 siglos, es lo que conocemos como el prejuicio antijudío y ha sido sumamente útil para explicar cosas complejas. Un prejuicio así no se disuelve de la noche a la mañana, está hondamente arraigado en la cultura occidental y, en el mejor de los casos, podrá irse diluyendo con un arduo y lento trabajo pedagógico y reflexivo. Esperemos que esta dilución demore menos que los 16 siglos de su instalación, difusión y prédica constante.
La banalización de la Shoá, tiene este aditamento de referirse a algo judío, lo que suma un ingrediente importante. Occidente está habituado a aceptar el prejuicio antijudío, contra el que, todavía, no lucha con demasiado entusiasmo. El judío culpable de todos los males, ese Otro de una otredad absoluta, sigue siendo útil, una conveniente explicación y desplazamiento que quita peso y responsabilidad a los verdaderos ideólogos y ejecutores de políticas cuyas injusticias sociales asumen el grado de escándalos morales o delitos francamente criminales.


Sin precedentes, pero se ha vuelto precedente.


La Shoá no ha sido un hecho ordinario en la civilización. Si bien puede encuadrarse como uno de los genocidios (y de eso el siglo XX tiene muchos ejemplos), ciertas características lo diferencian de los demás. Yehuda Bauer[13] enunció que nunca antes –y hasta ahora, nunca después- hubo un genocidio con estas características. No se refiere a la cantidad de muertos ni a los mecanismos de los asesinatos ni al sufrimiento humano involucrado; la Shoá no es original ni única ni extraordinaria por esas razones. Dice que su condición de extraordinaria estriba en cuatro razones: 1)tuvo una causa ideológica delirante: pretendía fundar una nueva biología, la así llamada teoría racial, una superchería científica, una falsedad; 2) no tuvo determinantes pragmáticos: ni económicos, ni territoriales, ni religiosos ni políticos, solo motivos ideológicos; 3) el grupo afectado sería la totalidad de los judíos: serían exterminados todos los miembros de su pueblo sin posibilidad de redención, conversión o traslado (los otros grupos designados para la muerte no lo eran de manera total); 4) el exterminio de los judíos tenía un alcance extraterritorial, universal, no habría fronteras: sea donde estuviere, el judío sería apresado y asesinado, era un plan planetario. Ya el genocidio perpetrado sobre algún grupo humano es un hecho extraordinario pero estas cuatro características de la Shoá enfatizan su particularidad y señalan su lugar como paradigma del MAL. Su gran importancia, dice Bauer, se debe a que, si bien la Shoá no tiene precedentes, ha sentado un peligrosísimo precedente en la historia de la humanidad, ha marcado un camino que cambió la frontera de lo que era imaginado como posible, ensancha los límites del MAL.


Un éxito y un fracaso.


Vemos con preocupación que la difusión de la Shoá, comporta una doble consecuencia: es un éxito y es también un fracaso.
Éxito. Es un éxito que se haya convertido en el paradigma del MAL, que su difusión instalara la concepción del matar organizado y banal, ejecutado como quien cumple un horario de trabajo, como quien saluda al entrar o se despide al salir, como el cerrar los ojos al disponerse a dormir; invisible y estereotipado, parte del escenario de lo cotidiano, posible y permitido. Este MAL que la Shoá ha encumbrado como modelo está en el imaginario colectivo universal. Las investigaciones, libros, testimonios, tesis de doctorado, textos académicos, films de ficción y documentales sobre ello se multiplican porque es un laboratorio privilegiado para investigar los alcances de la crueldad humana y la fragilidad de los sistemas políticos y morales en los que vivimos. Este éxito es el que, por otra parte, con el mal uso y abuso, ha abierto las puertas de la banalización.
Fracaso. Es un fracaso porque la difusión misma, construida a veces con frases hechas, de manera simplista, binaria y superficial, atenta contra la cabal comprensión de los hechos. La repetición e insistencia en los lugares comunes, verbales y audiovisuales, puede producir el efecto contrario al deseado y conducir al hartazgo. Tanta película de guerra, tanto insistir con las mismas escenas y símbolos amputa la condición de extraordinario, banaliza, y lo expresado pierde la potencia cuestionadora de interpelar a la Humanidad. El filósofo Alain Finkielkraut[14] lo expresó de este modo: “Nosotros los europeos, nosotros los franceses, queríamos extinguir las llamas del antisemitismo con el agua de la memoria. Y, de pronto, parece que estamos añadiendo, con la memoria, más leña al fuego. Cuanto más conmemoramos, invocamos, y enseñamos el dolor del Holocausto, cuanto más escudriñamos estos tiempos oscuros, más enfurecemos a los países, a los continentes, a las comunidades y a las minorías que no se sienten responsables de estos acontecimientos. Cada conmemoración incrementa el enojo en otras partes del mundo, mayormente en nuestros suburbios, en los barrios no europeos de nuestras ciudades, la ira crece con la buena fortuna de los reyes de la desgracia: los judíos” . Y agrega: ”no muestran su disgusto por lo que se hizo en Auschwitz, sino ante el recuerdo de Auschwitz y boicotean Auschwitz por considerarlo un producto israelí”. Tal vez no se haya llegado en el cono sur de América a un tal estado de cosas. La Argentina no tiene razones para reprocharse ninguna complicidad en el asesinato de judíos planificado por el nazismo (aunque existieron gestos que revelan simpatías y complicidades)[15]. Sin embargo, dado que la banalización de la que estamos siendo testigos y víctimas es un efecto negativo del conocimiento superficial y estereotipado de la Shoá, quizá sea cuestión de tiempo el que, lo descripto por Finkielkraut en Francia, llegue a nuestras orillas. La banalización prepara la tierra para que estas ideas prosperen.
Si la difusión y repetición ha generado estos efectos, nos vemos frente a un serio dilema respecto a nuestro ejercicio de memorialización. Es un camino de difícil salida puesto que callar está fuera de cuestión y tanto hablar no sólo termina por hartar sino que banaliza el sentido de lo dicho. Una de las frases hecha repetidas hasta el cansancio es que es preciso recordar para no repetir. Hemos aprendido que la realidad la contradice una y otra vez. No es repitiendo que se evita la repetición. Al menos, no es repitiendo de esta manera. La pregunta acuciante que surge es: ¿entonces cómo hacerlo?


Conclusión.


“Nunca más” dijo el mundo luego de la masacre genocida sobre los judíos. Frase contundente que hoy es aplicada a cuanto fenómeno genocida o de terror de Estado se produzca. La Shoá como paradigma del MAL es el modelo supremo de la capacidad destructiva de la humanidad que, además de establecerse como precedente, revela que no hay límites para lo que el hombre puede hacerle al hombre. La Shoá se ha vuelto un alerta, un piloto que debiera estar siempre encendido, un patrón de medida que calibre las conductas asesinas de países y organizaciones.
La banalización quita potencia reflexiva y los contenidos tóxicos se vuelven elementos de consumo habitual, lo que cierra las puertas al aprendizaje consecuente. La banalización conduce a la habituación y la aceptación de acontecimientos similares como “naturales”, cambia el umbral del horror ante lo extraordinario y permite que, en caso de esbozarse o suceder efectivamente, la mirada esté poco atenta, sea más benévola, no se despierte el juicio crítico y la reacción consecuente sea, por fuerza, más tardía.
Cualquier cosa que atente contra la vida y la convivencia civilizada debe ser encarada en su justa medida e importancia. Banalizar el consumo y el tráfico de drogas, la desnutrición infantil, la trata de blancas, la violencia doméstica, la industria bélica, el trabajo esclavo, las dictaduras, la tortura, los genocidios, es convertirlos en hechos ordinarios y comunes, que ya no producen ni indignación ni espanto, lo que atenta gravemente contra su tratamiento y eventual erradicación. Si se los ve como comunes, normales, aceptables, comienza a caminarse por la vereda en donde un desdichado duerme a la intemperie en una misérrima cucha de cartón rodeado de la suciedad y el abandono más degradantes y ya no se lo ve, integrado al paisaje urbano, es invisible. En la misma línea, banalizar la Shoá, este serio precedente de lo que la sociedad humana puede llegar a hacer, es dejar que el monstruo exterminador y genocida se prepare para el próximo ataque sin que los dispositivos sociales, institucionales y políticos adviertan sus amagues con el tiempo suficiente de hacerles frente y desactivarlos. Si banalizamos seguimos indefensos, vulnerables e impotentes. Si banalizamos seguiremos declamando “nunca mas” a los vientos y nuestras palabras se diluirán en el aire. Si banalizamos estamos haciendo oídos sordos a lo que anticipó Heinrich Heine en 1820: “donde se queman libros, después se quema gente”. Parecía tremendista, exagerado y susceptible, pero 120 años después, su amargo vaticinio se hizo realidad.




Diana Wrang - http://www.dianawang.net Buenos Aires, Abril 2011


¿Quién fue el niño del gueto?


La imagen del niño del gueto de Varsovia, apuntado con un fusil, las manos en alto y la cara aterrorizada, retrato no sólo un momento ordinario del Holocausto; retrata la extraordinaria crueldad nazi aunque no se vea ni una gota de sangre. La imagen vale más que mil palabras; vale años de investigación sobre la maquinaria asesina del Tercer Reich y sobre la angustia de los protagonistas de la foto-símbolo. En otras palabras, ¿qué ha sido de ese niño? ¿Sobrevivió? ¿Qué pasa con las dos presas judías en primer plano y los tres soldados alemanes a su alrededor? Preguntas que se hizo Dan Porat, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén y especialista en la Shoa. La imagen del niño se convirtió en su obsesión. En una visita en el 2004 al Yad Vashem de Jerusalén, donde se honra y homenajea a las víctimas del Holocausto, Porat escuchó a un guía explicar que "el niño sobrevivió, estudió Medicina, se convirtió en doctor en Nueva York; hace un año emigró a Israel". El profesor escuchó sobrecogido. Deseaba creer ese relato para dar un nombre y apellidos a la estampa. Una historia a la cara del niño. Una biografía a la que apoyarse. Quizá, también, como lección de superviviencia al horror. Pero necesitaba algo más que palabras para calmar su curiosidad académica y personal. Conectado a los asustados ojos del niño encerrado en el infierno de 1943, Porat decidió investigar hasta el último rincón de la foto. El resultado es su obra 'El niño: una historia del Holocausto' (en otoño, La Esfera de los Libros lo publicará en España), donde sigue e intenta recomponer las piezas del demoledor puzzle visual. "Muchos supervivientes han dicho que son o creen ser el niño de la foto", comenta Porat que confiesa con tristeza que no ha podido dar con su auténtica identidad. Tampoco confirmar si sobrevivió o, por el contrario, fue asesinado como el millón y medio de niños judíos en los campos de exterminio nazis. En su trabajo, el profesor pone en duda la teoria más extendida, según la cual el niño es el doctor Tsvi Nussbaum, que hace 31 años afirmó que creía ser el protagonista de la foto. Según él, la imagen se tomó en Varsovia en julio de 1943. Sus padres habían sido asesinados antes en la localidad polaca de Sandomierz, a 125 kilómetros. Porat cree que Nussbaum se confunde. En primer lugar, sostiene el profesor, Nusbaum no estuvo en el gueto en el momento de la sublevación y posterior represión. El crío estaba refugiado con sus tíos en Varsovia pero fuera del gueto. Décadas después, Nusbaum recordó un momento de su infancia en el que fue apuntado por un militar nazi como ocurre en la fotografía. Escenas así se produjeron miles de veces sin que nunca llegaran al objetivo de una cámara. Porat indica en su libro que si la versión Nussmbaum fuera cierta y la foto hubiera sido tomada en verano, no se entiende por qué las personas fotografiadas iban vestidas con ropa de invierno. Y otra pregunta: ¿Cómo pudo ser en julio si la imagen fue entregada el 2 de junio en un informe especial al jefe de los SS, Heinrich Himmler? Más fácil parece reconocer la identidad del militar nazi que apunta al niño con su arma. Se trata de Josef Blosche, apodado en el gueto judío como 'Frankenstein' por su extraña y cruel afición (no tan extraña en esos años) de disparar a niños y mujeres judías embarazadas. La imagen fue tomada, seguramente, por Franz Konrad, un oficial nazi nacido en Austria y apodado 'el Rey del Gueto', con todo el significado negativo que uno puede imaginar. Como muchas de sus fotos, quedó registrada en el llamado 'Informe Stroop' en honor a su autor, el oficial Juergen Stroop. Encargado de aplastar el gueto en la primavera del 43, Stroop ordenó incendiarlo después. Hecho el trabajo, el oficial escribió unas palabras famosas e infames: "El barrio judío de Varsovia ya no existe". En la búsqueda del niño judío, Porat se encontró con las tres figuras del lado oscuro: El fotógrafo, el oficial y el soldado. Los tres fueron llevados posteriormente a un tribunal y ejecutados por sus crímenes. Unos crímenes documentados en millones de papeles, datos, diarios, cartas, testimonios, libros, vestimentas, restos de zapatos, películas y fotos. Aunque pocos objetos tienen la fuerza que irradia la impotencia del niño del gueto de Varsovia. Una imagen vale seis millones de víctimas.

FUENTE: El Mundo. es



Reportaje a Adolf Hitler por Shoshana Zaltzman




Llegué diez minutos antes de nuestra entrevista. Su secretario me hizo pasar a una sala de estar chica, blanca, un cuadro en la pared, una mesita, dos sillas. Impecable y fría al mismo tiempo. El llegó a la hora exacta. Más alto de lo que supuse, una mirada aterradora, más impecable y frío aun que la sala de espera. Pasamos a su oficina. Algunos papeles sobre la mesa, una bandera con la cruz esvástica, una ventana chica y mucha luz.
_ Empiece, no tengo demasiado tiempo.
_ ¿Cuando decidió dedicarse a la política?
_ Desde que descubrí que del arte no se puede vivir.
Esperé alguna aclaración, tal vez una sonrisa. Nada.
_ ¿Piensa conquistar todo Europa?
_ El mundo entero y lo antes posible.
_ ¿Cree que es posible hacerlo? ¿Piensa que otros pueblos se lo permitirán?
_ Señorita, no sea impertinente, no discuta conmigo, vino a hacer preguntas y recibir respuestas, no a discutir.
Empalidecí, se dio cuenta.
_ ¿Cree que la purificación de la raza aria se logrará a corto plazo?
Tuve miedo de su mirada, pero me equivoqué, empezó a divagar y a soñar.
_ Cuanto antes mejor, debo limpiar el mundo de impurezas, los judíos, los gitanos, los homosexuales, los discapacitados, los negros todos ensucian, manchan la raza aria, en realidad a toda la raza humana. Cuando Alemania esteé pura seguiré con toda Europa, con todo el Universo.
_ ¿Algún día tomo la mano de un niño negro, sintió su calor, vio su sonrisa?
Creí que ahí no más recibiría el primer golpe.
_ ¿Acaso Ud. prueba la basura antes de tirarla?
Tragué saliva. Entendí que debía moderar mis preguntas.
_ ¿Qué comida prefiere?
_ Soy vegetariano, detesto que maten animales para comer. No bebo alcohol ni fumo. Soy adicto a la vida sana.
_ ¿Qué haría si supiera que su más acercado colaborador lo está traicionando?
_ Lo mataría inmediatamente.
_ Según los críticos, Ud nunca visita soldados heridos en el hospital, cosa que los haría sentir muy bien dado que ellos lo idolatran, ¿por qué?
_ Odio el dolor humano.
No supe si odiarlo o amarlo.
_ ¿Sabe que los judíos piensan que no podrá exterminarlos?
_ Pueden creer lo que quieran, de todos modos en poco tiempo no quedará ni uno de ellos para afirmarlo.
_ ¿Por qué los odia tanto?
_ Porque son inferiores.
_ ¿Y si le demostraran lo contrario, si crearan un Estado libre y democrático, si se destacaran en las Ciencias, en las Artes, si perdurasen por los siglos de los siglos viviendo felices en colonias, en ciudades prósperas, triunfando en las finanzas, prolongando la vida y el bienestar de sus ancianos, curando con éxito sus enfermos y rehabilitando a sus heridos?
_ Señorita, aquí acaba su reportaje. Tiene tres horas para salir del país antes de ser arrestada.
Guardé el reportaje en mi maleta durante años. Espero que alguna vez alguien lo lea.



Los hornos de Hitler: El primer testimonio de una sobreviviente
Cuando en 1943 un comandante alemán, quebrado por su conciencia, el alcohol y la sed de compañía, le habló sentado en el living de su propia casa en Cluj (actual Rumania), de eufemismos como tratamiento especial, liquidación, experimentación y solución final , con los que los nazis aludían a horrorosas muertes, Olga Legnyel no le creyó. No pensó que pudiera existir una maquinaria tan perfecta y aceitada para matar a millones. Supo que estaba equivocada cuando ya era tarde. Al enterarse de la deportación de su marido, el doctor Miklos Lengyel, para “trabajar en un hospital en Alemania”, decidió acompañarlo junto a sus hijos y sus padres. Recién cuando los subieron a todos a los vagones hacinados que los llevarían a Auschwitz entendió su error. Suyo fue en 1947 el primer testimonio de un sobreviviente de Auschwitz-Birkenau, y se llamó Las cinco chimeneas. En México lleva más de 60 ediciones, en Argentina acaba de publicarse por primera vez. Las cinco chimeneas eran los hornos crematorios de Birkenau en los que se quemaban los cuerpos de millones, incluidos los hijos de la autora. Los eufemismos eran la norma para referirse al exterminio de judíos. Incluso por parte de los mismos judíos: las compañeras de cautiverio de Lengyel llamaban “panaderías” a los hornos. Con el pasar de los años los eufemismos se dejaron atrás, y en sus siguientes reediciones en múltiples idiomas el libro de Lengyel pasó a llamarse Los hornos de Hitler. Menos poético, pero mucho más claro. Allí, se podían reducir 360 cadáveres a cenizas cada media hora, y 17. 280 cadáveres cada 24 horas. A ellos se sumaban los casi 8 mil muertos que todos los días eran enterrados en fosas comunes. En total, los nazis producían alrededor de 24 mil cadáveres por día. El valor literario de Los hornos de Hitler no desentona con el incalculable valor testimonial del libro. El drama de la autora-protagonista colabora con el dramatismo de la historia. Desde la desacertada decisión de acompañar a su marido, con toda su familia, hasta el colosal error de decir que su hijo era menor de edad para evitarle los trabajos forzados –los que no podían trabajar eran asesinados–, hasta su trabajo en la enfermería, la propuesta de cambiar sexo por animales y la resistencia y los pequeños gestos de humanidad en medio de la degradación más absoluta. “Cuando un libro que ofrece un testimonio tiene además un valor estético dice más acerca de la complejidad del tema, porque la búsqueda formal en el decir deja más al descubierto en este caso lo imposible del relato”, explica la poeta y crítica literaria argentina Sara Cohen, quien ha reflexionado sobre algunos testimonios. Para Jennifer Lemberg, coordinadora de la Memorial Library creada por Lengyel en Nueva York, la estética importa porque es otra herramienta que ayuda a recordar. “El libro de Olga sigue teniendo un profundo impacto debido a que fue escrito poco después de la guerra, proporciona una mirada cruda de la experiencia de las mujeres en los campos”, asegura Lemberg. Es extraño, sin embargo, el desconocimiento generalizado que existe sobre el libro entre los estudiosos del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial en Argentina. Para Mario Feferbaum, presidente del Museo del Holocausto en nuestro país, el “olvido” del libro de Lengyel se debe a que la explosión sobre la “temática” fue recién en 1960, cuando el ideólogo de la solución final, Adolf Eichmann, fue secuestrado por los agentes de la Mossad en la provincia de Buenos Aires. El de Lengyel comparte algunos rasgos característicos con testimonios imprescindibles, como Si esto es un hombre, de Primo Levi. La culpa por sobrevivir, por no haber sabido evitar llegar a los campos o no haber hecho lo suficiente para salvar a otros, son algunos de ellos. Olga Lengyel era rumana y médica. Sobrevivió a la muerte de su marido, sus hijos y sus suegros. En Auschwitz trabajó en la enfermería y colaboró en la rebelión que destruyó uno de los hornos crematorios. Einstein le dijo a Lengyel: “usted ha prestado un verdadero servicio al permitir que hablen los que ya están silenciados y casi olvidados”, omitió decir que el servicio también se lo prestó a la literatura.

Fuente de prensa: Revista Eñe.
La autora del libro, Olga Lengyel, vivió el horror de Auschwitz, donde asesinaron a su familia. Lo contó al mundo en 1947.





La participación de mujeres asesinas en el Holocausto


Investigadores informan al New York Times sobre las mujeres que llegaron tan lejos como la Polonia ocupada y Ucrania para tomar parte en la “Solución Final”. Entre los horrores del Holocausto, los nombres de mujeres que integraron la maquinaria nazi de la muerte, estuvieron siempre considerados como aberraciones de la naturaleza. Las acciones criminales de algunas de ellas lograron dejar sus nombres enterrados y ocultos  en la conciencia del mundo durante décadas. Entre esas mujeres se incluyen la notoria Ilse Koch, esposa del comandante del campo de concentración de Majdanek, Karl Koch, quien fuera conocida por el abuso sádico de sus víctimas, e Irma Grese, la SS conocida con el titulo de “la bestia de Belsen” por sus acciones brutales en el campo de concentración de Bergen-Belsen.

El hecho que la participación femenina en la perpetración de actos horrendos fue relativamente baja creó la percepción de que el Holocausto fue un asunto casi exclusivamente llevado a cabo por hombres. Pero un nuevo estudio publicado en el New York Times reveló que, a pesar de esta idea, las mujeres alemanas jugaron un papel más importante en el exterminio de judíos de lo que anteriormente se pensaba, y no simplemente como testigos pasivos, sino también como actores directos. El estudio fue conducido por la historiadora Americana Wendy Lower, quien actualmente vive en Munich. A Lower le llamó la atención sobre la actividad de mujeres alemanas aparentemente “comunes”que se trasladaron voluntariamente a los territorios orientales ocupados por el Tercer Reich, donde la mayor parte del genocidio estaba ocurriendo, desde el comienzo de la implementación de la “Solución Final” hasta la caída de la Alemania nazi y el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Operaron bajo su propia iniciativa
En una entrevista con el New York Times que tuvo lugar en Jerusalem, Lower se refirió al número de mujeres involucradas, diciendo que “miles seria una estimación conservadora”.
Si bien la mayoría de ellas no ensució las propias manos con sangre, las que si lo hicieron fueron más perversas porque eligieron operar fuera de los campos de concentración, y por su propia iniciativa. Los expertos creen que la investigación de Lower desde la perspectiva del género, permite interpretar bajo una luz diferente el rol de los soldados de baja graduación en la maquinaria de muerte nazi
“En la literatura dominante sobre los perpetradores, no se mencionan mujeres”, dijo Dan Michman, el historiador jefe de Iad Vashem, la Autoridad de la Recordación de los Mártires y Héroes del Holocausto en Jerusalem. Lower, una investigadora de 45 años de edad, presentó primero su trabajo en el Instituto Internacional de Investigación del Holocausto de Iad Vashem, donde trató de determinar la motivación de las mujeres para tomar parte activa en los despiadados actos de asesinato.
“Estos actos desafían profundamente nuestra noción sobre lo que constituye un comportamiento femenino normal”. Pero el sistema nazi, agregó, arrasó con todos los valores morales. Lower trabajó en el Museo Memorial del Holocausto en Washington durante muchos años, y actualmente enseña e investiga en la UniversidadLudwig-Maximilian de Munich. En 1990, con la caída de la Cortina de Hierro y la apertura de los archivos soviéticos, que habían estado cerrados por décadas, Lower viajo a Ucrania para continuar sus investigaciones. Comenzó su viaje en la ciudad de Zhytomir, donde el líder de las SS Heinrich Himmler tenía su cuartel general para Ucrania. Allí, Lower logró localizar en los archivos de documentos nazis originales, algunos quemados en los bordes. No pudo ignorar la frecuencia con la que las mujeres eran mencionadas en los lugares donde se perpetraba el genocidio.
También se presentaron muchas mujeres como testigos en las investigaciones sobre los crímenes Nazis realizadas  tanto en Alemania del Este como en Alemania Occidental en los años posteriores a la Guerra. El tema fue tratado por primera vez en un libro de 1992 titulado “Ordinary Men” (hombres comunes), de Christopher R.Browning. En dicho libro se estima que miles de mujeres alemanas colaboraron con los esfuerzos de anexar los territorios orientales ocupados por el Tercer Reich, proveyendo servicios a las minorías alemanas locales. Entre estas mujeres se incluían enfermeras, maestras y trabajadoras sociales. Los depósitos donde se almacenaba la propiedad confiscada a los judíos eran manejados por mujeres, y se reclutaba mujeres que Vivian en el Este para trabajar como interpretes. Entre estas mujeres también se incluían las esposas de los oficiales regionales, y sus secretarias. Las zonas ocupadas ofrecían una oportunidad atractiva para muchas mujeres de familias de trabajadores y campesinos para adelantar en una profesión, explica Lower. Según sus estudios, cerca de 5000 mujeres sirvieron como guardias en los campos de concentración, sumando un 10% de todo el personal. El libro de Browning documenta el rol del Batallón 101 de la reserva alemana de la policía, que proveyó de mano de obra para la eliminación de los judíos de Polonia en menos de un año.
Este libro también menciona a la esposa de uno de los capitanes del Batallón, quien viajó a Polonia estando embarazada. Allí, mientras millones de judíos eran enviados a las cámaras de gas, ella celebró una nueva luna de miel con su esposo, observando como este “limpiaba” el ghetto de judíos. Lower calculó que el número de mujeres que tomó parte de los crímenes nazis no excedió del 2%, pero notó que muchas otras mujeres fueron testigos, o estuvieron cerca de los sitios de exterminio. Algunos testigos describieron banquetes festivos que se realizaban cerca de los lugares donde se fusilaba en forma masiva, a través de Ucrania, con mujeres alemanas proveyendo refrigerios a los escuadrones de fusilamiento, cuyo trabajo continuaba durante días enteros.

Chicos asesinados para probarse a sí misma
El informe del New York Times relata la historia de Erna Petri, la esposa de un oficial de las SS que administró una granja agrícola con mano de obra esclava en Galicia, en la Polonia ocupada. Luego de la Guerra ella confesó haber asesinado a no menos de 6 chicos judíos, de entre 6 y 12 años, con los que ella se cruzó mientras manejaba su vehículo. En esa época Petri tenía solo 25 años de edad, y era la madre de dos niños pequeños. Ella observó a los chicos judíos corriendo casi desnudos, luego de haberse aparentemente escapado de un tren que se dirigía a Sobibor. Petri recogió a los chicos, los llevó a su casa, los alimentó, y luego los llevó al bosque, donde los asesinó a balazos uno por uno. En su interrogatorio, Petri dijo que una de las razones por las que asesinó a los niños fue que ella quiso probarse a si misma delante de los hombres. Fue juzgada en Alemania del Este, y condenada a prisión por el resto de su vida. Otra mujer nazi, Johanna Altvater Zelle, tenía 22 años cuando llegó a Ucrania ocupada, como secretaria de un comisionado distrital, WilhelmWesterheide. Algunos sobrevivientes la recuerdan principalmente como la “Señorita Hanna”, que estuvo detrás del asesinato de niños pequeños, reventadas sus cabezas contra las paredes del ghetto, y de tirar a niños judíos hacia su muerte desde las ventanas altas de un hospital improvisado. Luego de su regreso a Alemania, Altvater Zelle trabajó como asistente social para adolescentes en su pueblo natal, y hasta adoptó un hijo. En la región bajo el comisionado para el cual trabajó, 20.000 judíos fueron asesinados. Westerheide y su secretaria fueron juzgados dos veces en Alemania Occidental, pero fueron absueltos debido a contradicciones en los testimonios de testigos, reunidos durante 20 años. Un sobreviviente, Moshé Messer, fue testigo de las atrocidades cometidas por Altvater Zelle, y describió sus acciones a su abogado en la década de 1960, diciendo: “Nunca he visto tamaño sadismo en una mujer. Nunca olvidare sus acciones”.

Fuente: Ynet
Publicado: 21/07/2010 / Israel Jewish Scene
Traducción: Fedora Resnik especial para Noti-Israel




          EFROIM SZYFRON 1917-1981
 MIRIAM LINDEMBLATT DE SZYFRON 1925-2003
1946 en Valmadonna Italia. Casamiento de Efroim y Miriam. Luego de pasar toda la guerra sin saber uno de otro, se reencontraron  en Italia por intermedio de la Cruz Roja
Buenos Aires año 1962, matrimonio feliz, muy sufrido

Crecí escuchando historias de terror… no de películas...lágrimas y más lágrimas de mi madre y padre... ¿por qué estoy viva? se preguntaba una y otra vez. yo, mirándola atónita...envuelta en lágrimas nuevas, se contestaba a sí misma, es para poder contarlo...decía... Lo tengo incorporado... MIRIAM LINDEMBLATT (1925-2003)


"EFROIM nacio el 22 de diciembre de 1917 en Wolkowicz, Provincia de Bialestok, Polonia. MIRIAM nacio el 12 de Octubre de 1925 en Horoshowa, Provincia Tarnopol, Polonia.... Ellos tuvieron un primer casamiento en el año 1939 en Polonia, en cuanto Polonia capituló ante Alemania, mi madre escapó varias veces, fue capturada y esclavizada, forzada en un guetto cerca de Varsovia, luego al campo de concentración de Milnitczer cerca de Treblinka, estuvo allí desde 1941 hasta el 7 de mayo de 1945 cuando fue liberada por el ejército americano.  Mi padre, fue reclutado por las milicias polacas, (partisano), de la cual fue capturado por los nazis al poco tiempo., prisionero en los trenes de la muerte, junto con mas paisanos y gracias a la nieve, pudieron escapar a Rusia, después de un largo escondite en la nieve, así todo pudo sobrevivir en las minas de carbón en Kazajstán durante todo el tiempo, trabajando y sirviendo para el ejército ruso... Mi madre tenía tan solo 15 años y mi padre tan solo 22...
Ya en Buenos Aires año 1962, matrimonio feliz, muy sufrido, pero era todo los días volver a empezar, trabajaron duro, solitos sin familia, lo poco que había vivo estaba en Israel y Estados Unidos, crecimos mi hermano y yo, sin resentimientos ni odios, jamás nos faltó nada, con el ejemplo de honestidad, cultura del trabajo y por lógica la del estudio...tengo el orgullo de haber heredado de mi madre y seguro de mis ancestros, la IDISHE MAME muy pero muy incorporado. Solo dos seres humanos más que pudieron sobrevivir a la barbarie, al fuego, al terror, Después de tanto echaron raíces y de las buenas tienen 2 hijos argentino 6 nietos, 5 bisnietos... y la historia continúa... " Dora Susana Szyfron 
EFROIM SZYFRON     1917 -1981
MIRIAM LINDEMBLATT DE SZYFRON    1925 -2003

N.de la Redacción: Quisimos homenajear en la figura de dos seres anónimos como MIRIAM Y EFROIM a todos aquellos que pasaron por el infierno inimaginable de la Shoa.  La memoria debe ser preservada y transmitida. Gracias a Dora Susana Szyfron , hija de ambos, por  acercarnos el material y permitir contar esta historia que lo que intenta es dar rostros a la tragedia. Solo así podremos evitar que vuelva a suceder.


LA SHOA - LA HERIDA ABIERTA
por Aharon Erlich

El terrible Holocausto que sufrió nuestro pueblo durante la Segunda Guerra Mundial – la Shoah – el exterminio físico de seis millones de nuestros hermanos y la destrucción de gran parte de las comunidades judías de Europa, es como una herida abierta en nuestra historia, en nuestros cuerpos y en nuestros sentimientos y a pesar de que los años pasan, la herida sigue doliendo y no termina de cicatrizar.
Han pasado 66 años de la terminación de la guerra, un día como hoy, el 27 de enero de 1945 fue liberado el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau y hace 6 años que en esta misma fecha, se ha instituido el Día Internacional de Recordación de las Víctimas de la Shoah, para que el mundo no olvide.
Tuvieron que pasar 60 años para que el mundo se dé cuenta que era necesario dedicarle por lo menos un día al año, a la mayor de las tragedias que sufrió el pueblo judío, a la mayor de las tragedias que llevaron a cabo seres humanos contra otros seres humanos.
La época más oscura en la historia de la humanidad.
Durante los años de la guerra mientras los nazis y sus secuaces cometían el más grande de los asesinatos en masa de la historia mundial, el mundo callaba.
El estudio de la historia tiene un objetivo esencial. Aprender de los errores del pasado, para que estos errores no vuelvan a repetirse.
Aprender del pasado, para asegurar nuestro presente y estar atentos ante lo que nos depara el futuro.
Y lo que es más importante.
¡Nunca más!

EL PASADO Y EL PRESENTE.
72 años atrás, el 30 de Enero de 1939, Adolf Hitler pronunciaba en Berlín, un discurso ante el plenario del Reichstag, el parlamento alemán, durante una sesión especial en la que se conmemoraba el sexto aniversario de la llegada del partido nazi al poder. Entre otras cosas, Hitler decía:
"...¡Si los judíos dueños de las finanzas internacionales dentro y fuera de Europa llegasen a tener otra vez éxito, arrastrando a las naciones hacia una nueva Guerra Mundial, entonces – el resultado no será la “bolchevización” del mundo y por ende la victoria de los judíos, sino la aniquilación de la raza judía en toda Europa"!
Era un ejemplo más de la expresión de los objetivos de la ideología nazi que se basaba en las mentiras que eran repetidas hasta el cansancio y que guardaban amenazabas ya no veladas, sino claras y precisas.…Y el mundo calló…
Un año atrás, el 27 de Enero del año 2010, en Berlín, en el mismo lugar, en una sesión conjunta de ambas cámaras del Bundestag, el renovado parlamento alemán, Shimón Peres, Presidente del Estado de Israel, el renovado Estado del Pueblo Judío que resurgió en la Tierra Histórica del pueblo judío, pronunció un discurso en Hebreo, en el Día Internacional de la Recordación de la Shoah.
En el mismo lugar en donde Hitler había anunciado la aniquilación de los judíos, el máximo representante de nuestro pueblo y del moderno Estado de Israel anunciaba al mundo entero:
¡Presente!

¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN JAMEL?
¿Nunca más?
Cuando observamos alrededor nuestro como distintas agrupaciones neonazis y antisemitas vuelven a levantar cabeza.
Cuando volvemos a escuchar una y otra vez las declaraciones de quienes niegan la Shoah.
Cuando vemos que en el mismo territorio alemán, en la región norte en lo que era la Alemania Oriental, en la aldea de Jamel más precisamente, resurge un baluarte de las modernas agrupaciones nazis.
Donde los carteles en las rutas de acceso definen a la aldea como “región liberada” y en donde la misma policía alemana no se anima a entrar.
En donde se llevan a cabo reuniones de militantes neonazis tanto de Alemania como de distintos países europeos.
La pregunta inevitable es:
¿Qué está pasando en Jamel?
¿Por qué Alemania no hace nada?
¿Por qué el mundo calla?
Es todo por ahora.
Shalom desde Jerusalem

FRANCO LO SUPO: Excelencia, esto ocurre en Auschwitz…  



El Gobierno de Franco supo de los horrores de los nazis contra los judíos. El joven diplomático Sanz Briz, destinado en 1944 en Budapest, envió a Madrid un informe que avisaba del exterminio en Auschwitz. Hasta ahora tenía el sello de “No mostrar”…

Una mañana, de los vagones bajan 45.000 judíos llegados de Salónica, demacrados y hambrientos. Unos 10.000 son seleccionados para los campos de trabajo y al resto los envían directamente al crematorio. Los que se salvan, hacinados en barracones, no soportan las duras condiciones del lugar y al poco tiempo enferman de paludismo. Los guardias alemanes, con sus botas militares y los perros, les recomiendan que vayan al hospital del campo de concentración, algo que desaconsejan los prisioneros veteranos. Saben cómo se las gastan allí. A pesar de las advertencias, los griegos se presentan en el centro médico, donde a medida que van pasando reciben en el corazón una inyección de fenol que acaba con sus vidas. Sus cadáveres se apilan más tarde en la puerta del bloque de enfermería, donde nunca entra el sol. Eso no tiene ninguna importancia aquí, en Auschwitz-Birkenau, 1943.

Estos detalles del día a día en el mayor campo de exterminio de la Alemania nazi, donde fueron aniquiladas entre 1,5 y 2,5 millones de personas, quedaron reflejados en un informe que dos jóvenes eslovacos escribieron tras escapar del lugar. El texto, escrito a máquina y en un dificultoso francés, llegó a manos de Ángel Sanz Briz, un joven diplomático español destinado en el Budapest ocupado por los nazis. Tras leerlo, remitió el documento en agosto de 1944 al ministro de Asuntos Exteriores, José Félix de Lequerica. No consta que Sanz Briz recibiese una respuesta.

El puñado de papeles que el diplomático envió a Madrid iba precedido de una carta a “Vuestra Excelencia” en la que informa “sobre el trato a que se condena a los judíos en los campos de concentración alemanes”. Desvelaba que se los habían hecho llegar “elementos de la junta directiva de la organización sionista de la capital”. “Su origen, pues”, se dice en la misiva, “le hace sospechoso de apasionamiento. Sin embargo, por los informes que he podido obtener de personas no directamente interesadas en la cuestión y de mis colegas del cuerpo diplomático aquí acreditado, resulta que una gran parte de los hechos que en él se describen son, desgraciadamente, auténticos”. Los papeles permanecían hasta ahora en los archivos del ministerio, en una carpeta donde se lee “no mostrar”. Ahora sirven para confirmar hasta qué punto el Gobierno de Franco, simpatizante de Hitler en la Segunda Guerra Mundial y ambiguo en sus posiciones hacia el final de la contienda, conocía con todo detalle el plan que los nazis estaban llevando a cabo para exterminar a los judíos.

En el Budapest ocupado por los nazis, Sanz Briz era un tipo elegante, joven, de misa diaria. Un hombre de fe, en resumen. Era el encargado de negocios en la legación española. Había llegado a la capital de Hungría para sustituir a Miguel Ángel Mugiro, un hombre muy crítico con los dirigentes húngaros que se mostraban serviles con los nazis. Mugiro denunció varias veces a Madrid los abusos que se estaban cometiendo con los judíos en el país, injusticias que había visto con sus propios ojos, como el saqueo que estaban sufriendo los comerciantes. El Gobierno de Madrid le sustituyó por el joven Sanz Briz para mejorar las relaciones con Hungría. No fue así.

Sanz Briz participó casi desde su llegada a Budapest en unas reuniones secretas con diplomáticos de otros países neutrales, incluido el nuncio apostólico, en las que se buscaba la forma de ayudar a los miles de judíos húngaros que en ese momento estaban siendo transportados a los campos de exterminio. Mientras se producían esos encuentros secretos, por las calles de esa ciudad también andaba Adolf Eichmann, uno de los cerebros de la llamada Solución Final, el plan de la Alemania nazi con el que se pretendía culminar el genocidio de la población judía. Eichmann, meses antes, había negociado con los aliados el canje de un millón de prisioneros por una cantidad de dinero que le permitiese seguir costeando la guerra.

“En los vagones de camino a los campos de concentración no sólo van hombres, sino también mujeres, niños y ancianos. Es difícil de creer que vayan a trabajar…”, dice Sanz Briz en una de sus comunicaciones con Madrid. Después de mucho insistir, le autorizaron a repatriar a “algunos” judíos de origen español. Hungría, último país ocupado por los nazis, le permitió expender 200 pasaportes. Pero el diplomático buscó un salvoconducto para tramitar cientos de pasaportes y cartas de protección en las que garantizaba el origen sefardí de miles de judíos que en realidad no lo eran. Siempre sellaba las cartas y los visados con números inferiores a 200, lo que despistó a la burocracia húngara.

El documento enviado a Madrid el 26 de agosto de 1944 era similar en muchos aspectos al que elaboraron Rudolf Vrba y Alfred Wetzler, los prisioneros números 44.070 y 29.162, tras fugarse en abril de 1944. En éste en concreto no se especifican los nombres de los protagonistas, tan sólo que se trata de dos jóvenes israelíes eslovacos, deportados en 1942, que pasaron dos años en el campo de concentración y que “milagrosamente” consiguieron escapar sanos y salvos. “Hoy día se encuentran en países neutros”, aclara el texto, en el que se incluyen esquemas del campo de campo de concentración y de las cámaras de gas. También se añaden cifras aproximadas de los asesinatos que se habían producido, guardados en la memoria de los testigos, que aseguran que sólo han relatado hechos que ellos han visto. Por prudencia, ni siquiera se anotaron las macabras historias que otros prisioneros les contaban.

No es casualidad que los presos recalquen que todo lo que escriben, toda la putrefacción de los cadáveres, los tiros en la nuca, el gas de las cámaras que relatan, lo hayan visto, escuchado y olido. Quedan en sus memorias el humo de las pistolas, las pisadas de las botas de los militares de las SS. No es casualidad. En la Primera Guerra Mundial, uno y otro bando contaron crímenes que en muchos casos no eran ciertos, y eso había quedado en la memoria de la generación de Sanz Briz, obsesionada por verificar (“su origen, pues, le hace sospechoso de apasionamiento”) la certeza de los relatos. Un año y medio antes de que llegase este documento a Madrid, los Gobiernos aliados publicaron una declaración conjunta que denunciaba la matanza sistemática de los judíos. Desde ese momento, se puede decir que existía conocimiento general del Holocausto. En los países ocupados por Alemania se lanzaron folletos donde se decía que quien colaborase con esta barbarie sería juzgado. Pero otra cosa era conocer los detalles concretos, la historia desde dentro. Y esa parte hasta entonces desconocida en España es la que hizo llegar Sanz Briz al Gobierno del general Franco: “Ahí se demuestra que Franco conocía con exactitud el tamaño de la matanza. No admite dudas”, cuenta desde el otro lado del teléfono Bernd Rother, historiador alemán y autor del prestigioso libro Franco y el Holocausto.

Rother, que estuvo indagando durante años en los archivos desclasificados españoles, asegura que el informe de Sanz Briz empezó a circular por las esferas de Budapest en mayo de 1944. Los rumores de que la Solución Final caminaba con paso firme eran insistentes y lo confirma que en esas fechas, concretamente entre abril y julio, habían sido deportados 450.000 judíos húngaros a los campos de exterminio. Incluso para miembros de la resistencia antinazi era difícil de imaginar que estuviese ocurriendo algo así, por lo que unos documentos que contasen con exactitud qué demonios ocurría en esa especie de fábrica gris rodeada de alambrada tenían relevancia. “Sanz Briz demostró una vez más su coraje”, apuntilla Rother. Al historiador le sorprende incluso que después de haber expedido los falsos pasaportes y de haber enviado la historia de los dos jóvenes polacos no fuese destituido fulminantemente. Después llegó incluso a continuar una exitosa carrera diplomática que le llevó por varios países del mundo.

En Auschwitz, mientras, no paraban de llegar vagones repletos de judíos. A la entrada se encontraban con un imponente cartel: “El trabajo os hará libres”. Los recién llegados recibían cada día una libra de margarina y una cucharada de mermelada, a lo que se acompañaba con un café o un té frío, según se lee el documento de Sanz Briz. La sopa que se servía a mediodía estaba hecha con agua sucia y una remolacha, mientras que cuando caía la noche se repartían, en teoría, 300 gramos de pan, aunque al final la cosa se solía quedar en la mitad. En el campo se abrió el Instituto de Higiene, en un bloque aislado de los otros. Se dividía en internos, infectados y cirugía. En su interior se provocaban heridas de guerra para ver de que forma curaban después, se hacían estudios raciales con los esqueletos de los prisioneros y se trataban las enfermedades contagiosas. Además, se hacían investigaciones sobre los efectos de la altitud, las bajas temperaturas o la ingesta de agua del mar. Siempre con los presos como cobayas y en contra de su voluntad.

El primer crematorio se inauguró en marzo de 1943 con 8.000 judíos de Cracovia que fueron gaseados e incinerados. Los jóvenes eslovacos narran que para la ocasión llegaron desde Berlín oficiales y dignatarios civiles que se tomaron la ocasión como una fiesta. “Comprobaban con gusto lo que ocurría en la cámara de gas y al final daban libre curso a su asentimiento”. En la puerta del crematorio se colocó un paredón de fusilamiento, antes situada en otra parte del campo.

La nueva ubicación facilitaba la labor de limpieza de los sonderkommandos, unidades de trabajo compuestas por judíos, encargados de colaborar con sus propios verdugos a cambio de algunos meses más de vida. Eran los encargados de retirar los cadáveres de las cámaras de gas y de rapiñar entre las pertenencias de los muertos. Los demás prisioneros evitaban acercarse a ellos por el olor que desprendían y por su fama de violentos. “Yo asistí en una escena en la que un joven judío polaco explicaba a un hombre de las SS el verdadero modo de matar a un hombre sin ningún arma”. Eran capaces de hacerlo con las manos. Y eso en Auschwitz no era un crimen. Sencillamente se recogía al muerto con una carretilla y se apuntaba su número de prisionero en un documento donde se registraban las bajas. Sin especificar cómo se había producido el óbito. Eso no tenía importancia en este lugar, al fin y al cabo se trataba de judíos.

Resulta desgarrador el testimonio que dan los dos jóvenes eslovacos sobre la manera en la que se accionaban las cámaras de gas. Cuentan que su interior tenía el aspecto de un baño normal. Sin ventanas, salvo por un ventilador situado en el techo. Las ejecuciones se organizaban de una manera industrial, casi mecánica. Los condenados llegaban en camión, acompañados por un médico, y cuando accedían a la cámara, rodeada de alambre de espino, se desnudaban, todos juntos. Los guardias confiscaban relojes, medallas, pendientes, fotografías en sepia… con la promesa de devolverlo todo al rato. Los prisioneros recibían a continuación una toalla y una pastilla de jabón. A golpe de fusta, les obligaban a esparcirse por toda la cámara. Se cerraban las puertas de repente con un chirrido metálico, las aberturas del ventilador arrojaban el gas y diez minutos después todo se había acabado. Una cuadrilla compuesta por judíos limpiaba el sitio de cadáveres para hacer hueco a los siguientes. Los primeros en ser ejecutados pensaban que iban a darse un baño, pero a medida que se fue corriendo el rumor de lo que de verdad ocurría allí, cada vez fueron más frecuentes los intentos de no entrar en las cámaras. Los guardias solventaban la escaramuza disparando con sus revólveres o a base de culatazos.

El Gobierno de Franco tuvo una posición ambigua respecto a la Solución Final ideada por los alemanes. Antonio Marquina, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y uno de los primeros estudiosos de la figura de Sanz Briz, destaca que el hecho de que España se adhiriese al Pacto de Acero, donde se dice que los enemigos de Alemania son los de España, marcará la estrategia del país. Sólo hay que recordar el encuentro entre Franco y Hitler en Hendaya en 1940. Cuatro años después, en la época en la que Sanz Briz envía el relato de lo ocurrido en el campo de exterminio, Marquina dice que hay que resaltar que ya se había producido entonces el Desembarco de Normandía, Mussolini hacía tiempo que había sido derrocado y los aliados consolidaban su avance. Alemania estaba arrinconada. El diplomático actúa entonces por su cuenta, sin instrucciones de ningún tipo, intuyendo que la posición española respecto a la guerra tenía que haber variado a la fuerza.

El historiador Julián Casanova cree que Sanz Briz fue valiente enviado los documentos, aunque en ese momento ya tenía el viento a favor, sobre todo ahora que el sentimiento antijudío es menor. “Aunque conlleva riesgo porque el tema del Holocausto quemaba a Franco, le traía muchos dolores de cabeza. Casi tantos como a la propia Iglesia”, dice. Y Haim Avni, reconocido profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, añade: “Es importante el acto que lleva a cabo el español sencillamente porque el Holocausto en Hungría se inicia poco antes, en marzo, cuando el Ejército alemán ocupa el país, y él hace el envío en verano (26 de agosto). Estaba ante sus ojos el horror, y lo denuncia. No todos se atrevieron a hacerlo”.

Con Serrano Suñer por ejemplo, un ministro pronazi, lo que hizo Sanz Briz hubiese sido un suicidio. De todos modos, Marquina considera que hay pocos documentos que reflejen con certeza el flujo de información que recibió el Gobierno de Franco en ese tiempo a través de los servicios de inteligencia o de los militares. La historia, pues, quizá está por escribirse.

El caso es que además de enviar el informe, Sanz Briz continuó con sus labores diplomáticas. Los judíos a los que protegía fueron recluidos en un gueto, a la espera de cualquier movimiento por parte de los nazis. El diplomático alquiló entonces 11 edificios en los que colgó un cartel donde se leía: “Anejo a la legación española. Edificio extraterritorial”. Los trabajadores de la Embajada española se encargaron de proveer de alimentos e higiene a los refugiados. Con el Ejército Rojo a las puertas de Budapest y las quejas constantes de los nazis a Franco, Sanz Briz se vio obligado a dejar el país. Su labor la prosiguió un colaborador suyo, Giorgio Perlasca, un italiano que se hizo pasar por español (cambió su nombre por el de Jorge) y asumió el papel del diplomático español diciendo que éste se había ido sólo por un tiempo. Entre los dos salvaron a unas 6.000 personas. Otros diplomáticos franquistas de ese tiempo también ayudaron a salvar cientos de vidas, como es el caso de Julio Palencia, destinado en Sofía (Bulgaria), o José Ruiz Santaella en Berlín.

Sanz Briz incluía en el paquete que enviaba a Franco el relato de una señora y su hijo. Asqueada de las condiciones de higiene que soportaba en el campo de concentración en el que estaba recluida, pidió su traslado a Birkenau, donde según había oído no era tan malo el trato. Al llegar al sitio, quedó impresionada por el cartel en el que decía que el trabajo la haría libre. “Tenía la impresión de haber hecho un buen cambio”, contará más tarde. El patio limpio, los edificios de ladrillo, el césped verde, le dieron buena impresión. Enseguida se dio cuenta de su error. Le afeitaron la cabeza, le tatuaron un número en el brazo izquierdo y de esa forma tan inesperada pasó a convertirse en una prisionera política. Cierto día la condujeron a la cámara de gas y a ella le entró el pánico, aunque le decían que sólo era para hace un recuento al grupo. Ella tuvo suerte: consiguió escapar y con la ayuda de unos campesinos logró llegar a Hungría.

Ese fragmento del horror también estuvo en manos de Francisco Franco, el dictador español. Nunca le envió una contestación al joven Sanz Briz.

El País.com



“Los Klarlsfeld: No tuvimos miedo. 

La prioridad era la acción”…

La pareja se dedica hoy a conservar la memoria del Holocausto

El 11 de mayo de 1960, mientras un grupo de agentes del Mosad capturaba en Buenos Aires a uno de los principales responsables del Holocausto, el oficial de las SS Adolf Eichmann, un veinteañero de origen judío, Serge Klarsfeld, cruzaba su mirada en el metro de París con una joven alemana. Beate, ese era su nombre, se convertiría en su mujer e inseparable compañera en la búsqueda de criminales nazis por el mundo. “Era muy guapa. Yo me acerqué y tres años después nos casamos”, recuerda Serge, sentado al lado de su esposa en un ruidoso restaurante del centro de Madrid. En aquel lejano mayo parisiense, ninguno de los dos sabía que acabarían formando parte del puñado de individuos que dedicaron sus vidas a perseguir a los autores de los crímenes del Tercer Reich.
El matrimonio dedicó su vida a la búsqueda de los criminales nazis
Siete años más tarde de su primer encuentro, Beate, protestante e hija de un soldado de la Wehrmacht, que trabajaba para la oficina franco-alemana para la juventud (un organismo ideado por el presidente Charles de Gaulle y el canciller Konrad Adenauer para acercar a los jóvenes de los dos países), escribió, con la ayuda del marido, una serie de artículos en los que atacaba al canciller alemán Kurt-Georg Kiesinger por su pasado nazi y pedía su dimisión. Quien salió despedida fue ella. “Juntos preparamos un informe”, comenta Serge. Su mujer deja que él cuente cómo se convirtieron en cazanazis.
Medio siglo después de cruzarse en el subterráneo de la capital francesa, no dejan de coincidir. Piden el mismo menú, ensalada de tomate y pollo asado. Serge teje el relato y Beate añade los detalles que llenan la historia. Cuenta así cómo en noviembre de 1968 irrumpió en el congreso del partido cristianodemócrata y montó una escena que quedaría para la historia. “Me acerqué a Kiesinger y le abofeteé”, afirma, enfilando otro bocado, como si fuera lo más normal del mundo golpear en medio de sus seguidores al canciller de la Alemania federal y enfrentarse después a una condena de un año de cárcel. “Fue un acto muy simbólico”, comenta el marido. “Como si hubiera abofeteado a su propio padre”. El suyo, Serge lo perdió en Auschwitz en 1944.
No era atrevimiento juvenil lo que movía a los Klarlsfeld. “Tampoco venganza”, asegura Serge. Gracias a ellos cayeron personajes como Klaus Barbie, el Carnicero de Lyon, al que encontraron en Bolivia, y Kurt Lischka, jefe del servicio antijudío de la Gestapo. Dicen que nunca tuvieron miedo. “La prioridad era la acción”, repiten. Y no pararon. Ni cuando a Beate le detuvieron en Bolivia, en Argentina o en Siria, donde intentaba encontrar al nazi Alois Brunner, el segundo de Eichmann. Ni cuando en 1979 una bomba destruyó su coche. Ni cuando, para protegerles, la policía tuvo que vigilar durante año y medio la casa en la que vivían con sus dos hijos.
Ya no cazan nazis -”no quedan cazanazis porque los nazis tendrían 100 años hoy”, dicen-, pero se dedican a conservar la memoria de lo que fue y viajan sin parar para atender a conferencias y dar su testimonio. Mientras terminan el postre -un flan para él y un helado de vainilla para ella, lo único en lo que no coinciden- el marido vuelve sobre lo que alimentó durante más de cuatro décadas su labor: “Si no nos hubiéramos conocido, no hubiéramos hecho lo que hicimos. El amor nos animó”.


“Los médicos diseñaron el exterminio”


El profesor de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid Esteban González se resiste a anteponer el título de doctor a Josef Mengele, ”a pesar de que tenía un doctorado y ejerció la medicina”. Este médico, que no es judío y que comenzó a colaborar con la Casa Sefarad de Madrid porque su mujer, historiadora, le dio a conocer la institución, ha dirigido el primer curso celebrado en España sobre la medicina que se practicó durante el Holocausto. Con el título Enseñanzas del Holocausto para la medicina actual, se reúnen estos días en Madrid médicos, supervivientes de los campos de exterminio e historiadores ¿Se puede sacar algo bueno de lo que ocurrió hace apenas 60 años en pleno centro de Europa? Para González, si algo se ha logrado del horror es fijar límites. “Esto no puede volver a sucedery, aunque la medicina obviamente no es la que era entonces, nos enfrentamos todos los días a decisiones con componentes éticos similares a los que se vivieron en esa época”. Como ejemplos, González habla de los problemas en la eficiencia del gasto y se pregunta: “¿Podemos dejar de dar un fármaco a una persona porque, en teoría, le queda poco tiempo de vida? ¿Se debe de recetar un medicamento en vez de otro porque sea más barato? ¿Cuál es la lealtad del médico, hacia las personas o hacia el sistema sanitario?”, reflexiona.



“¿Podemos dejar de dar un fármaco a alguien a quien le queda poca vida?” Mario Sinay, que ha venido al curso desde el departamento de habla hispana del Centro Internacional de Estudios del Holocausto, en Jerusalén (Israel), recuerda que el equipo médico del campo de concentración más famoso, Ausch-witz, estaba compuesto por 23 médicos y que, aunque “el más conocido era Mengele”, no está tan claro que fuera el más sanguinario. ”Los médicos no sólo infligieron dolor, también fueron los encargados de diseñar la estrategia del exterminio”, apunta González. Aunque no existen datos, este especialista en la medicina nazi “Cuando escuchas las historias, en inevitable engancharse” recuerda que, aunque hubo médicos que objetaron, la oposición era “minoritaria”. “Y eso que los objetores no recibieron represalias”, subraya, mientras recomienda el libro de Christopher Browning Aquelllos hombres grises, en el que se trata de explicar cómo personas aparentemente normales fueron cómplices de uno de los mayores genocidios de la historia.


La objeción de los profesionales en Alemania fue minoritaria. Uno de los aspectos más desconocidos es el de los médicos judíos que trabajaban en los campos de exterminio. Como recuerda Sinay, muchos ”salvaron a sus compatriotas sabiendo que iban a ser asesinados por ello”. El francés Henri Borlant, que se hizo médico tras pasar la adolescencia en varios campos de exterminio, habla de la extraña relación entre internos y médicos en los campos nazis. “Lo último que se hacía era buscar asistencia médica. Había que aparentar estar lo mejor posible”, dice. Y dispara una última acusación: “Hubo empresas biomédicas, algunas de las cuales siguen en pie, que pidieron prisioneros para investigación”.
Fuente: Público.es


¿Sabía el Vaticano que se estaba exterminando a los judíos? por Julian Schvindlerman



Su silencio no puede ser atribuido a la ignorancia. Según el especialista David Álvarez, no cabe la menor duda de que el Vaticano tenía información de inteligencia sobre la Solución Final. Varios historiadores respetados se han expresado en el mismo sentido: así, Michael Marrus afirma que, cuando dieron inicio las matanzas masivas, la Santa Sede estaba "extremadamente bien informada", mientras que Walter Laqueur (citado por Álvarez) sostiene que aquélla estaba "mejor informada que cualquier otro [Estado] en Europa" y Michael Phayer, que el Papa fue de los primeros en tener conocimiento del Holocausto. Las opiniones recogidas en el párrafo anterior coinciden con lo que pensaban actores políticos del momento. Gerhart Riegner, pieza clave del sistema de información de la resistencia judía en Europa, dijo: "Probablemente, el Vaticano estaba mejor informado que nosotros". En cuanto al entonces embajador estadounidense en Berlín, Hugh Wilson –a quien cita Álvarez–, aseguró que la Santa Sede contaba con "el mejor servicio de información de Europa". Al inicio de la guerra, treinta y siete estados tenían representación diplomática en el Vaticano, y éste, a su vez, un nuncio destacado en cada uno de ellos. En otras veintidós naciones el Papa contaba con delegados apostólicos. Entre los países que contaban con nunciatura figuraban Francia, Alemania, Hungría, Italia, Portugal, Rumania, España y Suiza; delegados había en Turquía, Grecia, Estados Unidos e Inglaterra, y representantes de otro tipo en Croacia y Eslovaquia. La representación en Londres era especialmente importante, dado que la capital británica albergaba los gobiernos en el exilio de países como Polonia, Bélgica y Holanda. En 1940, luego de que Italia entrara en guerra, los diplomáticos de los países aliados abandonaron Roma y se trasladaron a Ciudad del Vaticano, desde donde seguían en contacto con los diplomáticos de los países neutrales que operaban en la capital italiana. Cuando los Aliados liberaron Roma, en junio de 1944, las cosas dieron un giro completo y fueron los funcionarios del Eje los que se mudaron al Estado vaticano. El servicio diplomático vaticano tenía una carencia importante de personal. En ningún momento de la contienda llegó a disponer de más de cien hombres. La Secretaría de Estado vaticana tenía solamente treinta y un empleados en el primer año de la guerra. Las nunciaturas también andaban cortas de personal. Esta limitación quedaba compensada por un activo valiosísimo: los numerosos sacerdotes y monjas dispuestos a ayudar en lo que fuera menester. Tal como declaró un diplomático estadounidense citado por Álvarez, gracias a esos religiosos la Iglesia tenía acceso a lo que se pensaba tanto en las principales cancillerías de Europa como en "las más remotas aldeas de cada país". Ciertamente, la circunstancia bélica afectaba a la viabilidad de las comunicaciones, pero lo cierto es que el Vaticano disponía de servicios de emergencia que le ayudaron a sortear los obstáculos, como las valijas diplomáticas y los telegramas. Antes de la guerra, el Vaticano confiaba su correo al Estado italiano. Luego de la implicación italiana en la contienda, la Santa Sede confío ese servicio a la gentileza de la neutral Suiza; posteriormente dejó el asunto en manos de potencias aliadas como Estados Unidos e Inglaterra. No fue hasta la liberación de Roma que la Secretaría de Estado vaticana estableció su propio servicio postal. Por lo que hace a los telegramas, el encriptado vaticano era de primerísimo nivel, como queda de manifiesto en el hecho de que la inteligencia fascista consiguiera descifrar sólo 400, y sólo 60 de forma íntegra, de los casi 8.000 cables enviados por el Estado católico. Por lo demás, la Santa Sede poseía un muy sofisticado servicio secreto –la Santa Alianza–, fundado en 1566, y un notable servicio de contraespionaje –el Sodalitium Pianum–, establecido en 1909. El Vaticano sabía de los proyectos nazis de purificación racial y eutanasia desde 1937, por lo que no tardó en denunciarlos ante las autoridades alemanas. Y a principios de 1939 agentes vaticanos detectaron un plan alemán para sobornar a miembros del cónclave que debía elegir al nuevo Papa. El Führer quería favorecer la elección de Eugenio Pacelli, que desconocía las maquinaciones alemanas. El elegido fue, finalmente, el propio Pacelli, pero no porque los nazis hubieran conseguido su objetivo de corromper a los electores. Más pruebas de la brillantez de la inteligencia vaticana. La Santa Sede supo de la invasión nazi de Holanda y Bélgica diez días antes de que se produjera. El oficial alemán Josef Müller, católico, alertó a Pío XII de lo que se preparaba el 1 de mayo de 1940. El Vaticano avisó a los gobiernos de ambos países, pero desoyeron las advertencias. También supo de la invasión nazi de Rusia (Operación Barbarroja) con antelación: en concreto, lo supo dos meses antes. La nunciatura suiza reportó sobre ello en abril de 1941, así como poco antes del ataque; el 16 de junio, el embajador norteamericano en Italia informó a Washington de cuál era el análisis vaticano de la situación. Sólo seis días después comenzó el ataque nazi.
El Vaticano fue alertado con antelación del plan de deportar a los judíos eslovacos. El Vaticano fue alertado con cinco días de antelación de una gran redada antijudía que iba a tener lugar en Roma. El Vaticano fue alertado con antelación (19 días, esta vez) de las deportaciones de hebreos que iban a producirse en Francia. Tal era la reputación de la Santa Sede como depositario de información confiable, que –informa Álvarez– nada menos que cinco agencias diferentes de la inteligencia alemana operaban contra ella. Evidentemente, la prensa internacional era otra fuente de información para el Papado. A partir de mediados de 1940, el Papa y su secretario de Estado recibían diariamente sinopsis de los reportes de la BBC, que les eran suministradas personalmente por el embajador británico, Francis d'Arcy Osborne. Por supuesto, entre la prensa monitorizada por el Vaticano se contaba la alemana; a este respecto, Carlo Falconi ha escrito:
En cuanto al futuro que esperaba a los judíos, ciertamente no había misterio alguno [tras leer] los feroces editoriales de Das Reich, dictados por el Dr. Goebbels y de los que se hacían eco los demás diarios alemanes. El Vaticano recibió numerosos informes sobre el genocidio en curso. Informes procedentes de diplomáticos, de organizaciones judías, de exiliados, de disidentes alemanes... En marzo de 1942 Gerhart Riegner, representante del Congreso Judío Mundial en Ginebra, envió un memorando a la nunciatura en Berna en el que se daba cuenta de la existencia de varias fuentes que confirmaban el exterminio de los judíos. En septiembre de ese mismo año los embajadores polaco (Kazimierz Papée) y norteamericano (Myron Taylor) remitieron al secretario de Estado vaticano, Luigi Maglione, reportes relacionados con la liquidación del gueto de Varsovia, las deportaciones masivas y las ejecuciones colectivas de que estaban siendo víctimas los judíos. En octubre el embajador polaco confirmó al Vaticano que los judíos de su país estaban siendo enviados a los campos de la muerte. En noviembre Harold Tittman, consejero de la embajada estadounidense en Roma, presentó un informe sobre el exterminio –mediante fusilamientos masivos y el uso de cámaras de gas– de los judíos de la Polonia ocupada por los nazis. En diciembre, el representante británico D'Arcy Osborne entregó personalmente a Pío XII un informe realizado por los gobiernos de Londres, Washington y Moscú que documentaba el asesinato masivo de judíos. En algún momento de la segunda mitad de 1942, la Santa Sede recibió el denominado Informe Gerstein, basado en el relato de un testigo presencial de lo que ocurría en el campo de exterminio de Belzec.
El Vaticano trató con cautela el torrente de información que recibía de los aliados y de las propias víctimas por temor a que contuviera exageraciones de grueso calibre, de que fuera un arma propagandística en la guerra psicológica contra la Alemania nazi. No obstante, esas precauciones no habrían de regir para la suministrada por sus propias fuentes. Ya en enero de 1940, es decir, antes de que comenzaran las deportaciones y las matanzas en masa, la radio vaticana y L'Osservatore Romano informaron acerca de las "crueldades espantosas" que estaba perpetrando la "incivilizada tiranía" nazi en Polonia, como ha recordado David Dalin. Al año siguiente la Santa Sede recibió datos recopilados por sus propias fuentes relacionados con la destrucción de las comunidades judías de lugares como Zagreb, París, Berlín, Riga y Varsovia. En 1942 el abad Ramiro Marcone escribió a Maglione que los judíos croatas iban a ser deportados en un breve plazo de tiempo, y que el número de hebreos asesinados superaba ya los dos millones. En diciembre, el arzobispo Anthony Springovics notificó a Pío XII que la mayoría de los judíos de Riga había sido liquidada. En julio de 1943 el sacerdote Marie-Benoit Peteul, de Marsella, se reunió con Pío XII para pedirle ayuda a fin de rescatar a los judíos de la Francia ocupada.
Un mes antes, el propio Maglione admitía que se estaba perpetrando un genocidio contra el pueblo judío:
Judíos. Situación horrible. 4,5 millones de judíos en Polonia antes de la guerra (...) No puede haber duda de que la mayoría ya ha sido liquidada. Campos de la muerte especiales en Lublin (Treblinka) y cerca de Brest Litovsk. Transportados allí en vagones de ganado, herméticamente cerrados.
(V. John Conway, "Catholicism and the Jews during the Nazi period and after", en Otto Kulka & Paul Mendes-Flohr, Judaism and Christianity Under the Impact of National Socialism, The Historical Society of Israel and the Zalman Shazar Center of Jewish History, Jerusalem, 1987, p. 445).
En octubre fueron los propios judíos de Roma los deportados. El debate acerca de lo que el Papa hizo o dejó de hacer por los judíos durante la Segunda Guerra Mundial sigue abierto. Sea como fuere, lo cierto es que el silencio de Pío XII no tuvo por causa la ausencia de información.

Fuente: Libertad Digital


Pornografia y Holocausto" del israelí Ari Libsker



Las salas de cine alemanas estrenan estos días "Pornografie und Holocaust", un documental del israelí Ari Libsker sobre los "Stalag", libros y cómics israelíes de los años 60, cuyas escenas de sadomasoquismo entre presos y nazis reflejan las secuelas del horror transformadas en fantasías sexuales.
Oficiales nazis, arias, provocativas y semidesnudas, mostrando el látigo a confinados de los campos de exterminio que no parecen estar al borde de la inanición, sino robustos y pletóricos de energías: estas son algunas de las imágenes que recoge el filme de Libsker, alternadas con entrevistas a historiadores y expertos.
"Es la primera vez que el filme se muestra en Europa y Alemania, por su historia, es el país donde su exhibición ofrecerá una mayor diversidad de lecturas y reflexiones", explicó Iris Praefke, responsable de la distribuidora y cine Movimiento, en Berlín.
En esa sala berlinesa, exponente de cine "off" y especializada en producciones independientes, del barrio multiétnico de Kreuzberg-Neukölln, se estrena el filme, de 63 minutos, que asimismo se exhibirá en ciudades como Dresde (este) y Nuremberg (sur).
La película, rodada en 2008, llega a las salas comerciales alemanas, después de haberse proyectado en festivales internacionales -HotDocs de Toronto, en 2008, y el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, Bafici, de 2009, entre otros-.
Según Praefke, será su primera experiencia europea, puesto que el documental de Libsker hasta ahora sólo se ha exhibido -y sigue en cartelera- en Israel y en Estados Unidos.
"No es un ejercicio para curiosos o que pretenda despertar el 'morbo'. Es un trabajo serio, documentado y apuntalado en mucho material de archivo y horas de entrevistas, no sólo correspondiente a los cómics o al tema de la pornografía", indicó Praefke.
Así, junto a los carteles y portadas de libros representando juegos o humillaciones sexuales entre nazis de ambos sexos y presos -asimismo, de ambos sexos-, se incluyen imágenes del proceso a Adolf Eichmann en Jerusalén, en 1961.
Eichmann, artífice de la deportación de millones de judíos desde los guetos hacia los campos de concentración y exterminio, fue el único gran responsable del nazismo ajusticiado y ejecutado en Israel tras su captura en Buenos Aires por el Mossad, el servicio secreto israelí.
Su proceso coincidió con el lanzamiento de esos libros y cómics en editoriales israelíes, a los que se bautizó genéricamente como "Stalags", el nombre con que se conoció también a los campos de exterminio nazi, durante el Tercer Reich.
Para Libsker, el juicio al ex jerarca nazi fue la primera confrontación directa de la población israelí, y desde su propio territorio, con las dimensiones del Holocausto.
El cineasta, nacido en 1972 en Haifa, busca a través de sus entrevistados una relación entre el proceso y la publicación de los cómics, que llegaron a cobrar notable popularidad, y que representan la válvula de escape de una serie de fantasías sexuales sadomasoquistas relacionadas con el horror.
Entre los entrevistados por Libsker se encuentran desde Uri Avneri, líder del movimiento pacifista "Gush Shalom", galardonado con numerosos premios en Alemania por su compromiso con los Derechos Humanos, a periodistas, editores y autores de esos cómics.
Algunos de los autores fueron supervivientes del Holocausto, que perdieron a sus familiares en campos de exterminio, donde estuvieron confinados.
Este es el caso de Eli Keidar, uno de los fundadores del género "Stalag" y entre los entrevistados en el film, cuya madre perdió a toda su familia en el Holocausto.
Para el cineasta israelí, la mera producción de cómics sadomasoquistas podría interpretarse como una fórmula para tratar de superar el horror de lo vivido. 



La Shoah a balazos, una mirada hacia el genocidio judío menos conocido

Yosip Patetski tenía 14 años cuando fue obligado por las tropas nazis a tomar una pala y, junto a siete de sus paisanos, a cavar una de las fosas en las que fueron asesinados y sepultados los cerca de 5.000 judíos que había en su pueblo, Bibrka, en el oeste de Ucrania.

"Los SS querían que fuera mi padre, pero como no estaba, me eligieron a mí. Nos ordenaron llevar palas y cavar una fosa. No sabíamos por qué lo hacíamos. Después, nos alejaron hasta unos árboles y desde allí vimos cómo los fusilaban ante la fosa", refirió Patetski.

Hoy, este ucraniano octogenario recordó la terrible experiencia que marcó su vida y la de millones de compatriotas, en Madrid en la que la Casa Sefarad-Israel presentó el simposio "La Shoah por balas", que hasta el viernes reúne a expertos internacionales para debatir algunos de los aspectos menos conocidos del Holocausto judío en la II Guerra Mundial.
En concreto, el tema estudiado en esta conferencia se refiere a las matanzas realizadas por el Ejército nazi en Bielorrusia, Ucrania y Rusia, entonces parte de la Unión Soviética, a partir de 1941 y antes de que el exterminio judío se convirtiera en el genocidio masivo de millones de personas en los campos de concentración.

“Hoy día se estima que (estas masacres) tuvieron como víctimas a un millón y medio de judíos y gitanos" en el entonces territorio soviético, explicó el director general de Casa Sefarad-Israel, Diego de Ojeda, quien subrayó la importancia de la investigación dirigida por Patrick Desbois, también presente. Este sacerdote católico es presidente de Yahad-In Unum, la organización que lidera la investigación de las ejecuciones masivas llevadas a cabo por tropas nazis y sus colaboradores en el territorio europeo de la antigua Unión Soviética. Su obra "Shoah par balles", que ganó en 2008 el Premio Nacional de Libro Judío para el estudio del Holocausto, da nombre a este simposio internacional sobre el genocidio menos conocido.
"Queremos parar el negacionismo que insiste en rechazar el genocidio judío", explicó el padre Desbois. Desde hace siete años trabaja recogiendo evidencias sobre las matanzas realizadas por los Einsatzgruppen en pueblos de Ucrania y Bielorrusia con los datos recabados a habitantes de estos dos países que pudieron presenciar esos asesinatos cometidos entre 1941 y 1944.Tales unidades estaban formadas por militares alemanes, de las SS principalmente, pero también "por cualquiera que tuviera armas" y fuera simpatizante de los invasores nazis, desde policías locales a meros colaboracionistas, según recordó Desbois. Otra labor del equipo dirigido por Desbois ha sido el examen de los inmensos archivos soviéticos, cuya investigación sobre las matanzas nazis se remonta a 1943 y 1944, según iban siendo liberados los territorios atacados por las tropas de Hitler. Esas cerca de 16 millones de páginas escritas a mano recogen testimonios, pero también dibujos y croquis de las localizaciones de las fosas comunes a las que fueron arrojados los cuerpos de los centenares de miles de asesinados, trincheras que en ningún caso eran secretas, pues los nazis nunca quisieron ocultar el horror.

"Los vecinos veían lo que sucedía con los judíos desde sus casas. Una mujer recordaba, sin terminar de creérselo aún después de tanto tiempo, cómo mataron a cerca de mil personas debajo de su propia ventana", refirió el sacerdote. Entre los testigos interrogados figuran aquellos reclutados a la fuerza por los alemanes para cavar las fosas y acarrear cadáveres, como Yosip. Otros formaban parte de las bandas de personas sin recursos que seguían a distancia a las columnas de prisioneros judíos para ver si podían hacerse con algún deshecho, con alguna prenda de las víctimas.

"No sé cómo explicar ese silencio. No podíamos explicar con palabras qué había ocurrido con los judíos", aseveró Patetski. Según Ojeda, seminarios como éste forman parte "del esfuerzo para adquirir un conocimiento de los protagonistas de esos hechos" y también motivar "la concienciación" en unos países, como España, que no permanecieron al margen de la barbarie.


La zorra de Buchenwald y su colección de tatuajes

Decía el Marqués de Sade que la crueldad, lejos de ser un vicio, es el primer sentimiento que imprime en nosotros la naturaleza. Son la educación y el adiestramiento lo que nos hace racionalmente bondadosos. Alguien dejó en el baúl de sus obligaciones la instrucción completa de la señora Ilse Koch, compendio humano de maldad e iniquidad infinita, que regentó -consorte y sádicamente- el campo de concentración de Burchenwald al tiempo que daba rienda a sus pasiones: la colección de tatuajes descuajados y objetos fabricados con despojos humanos.

Poco se sabe de la infancia y adolescencia de este infame personaje; alimentado a posteriori por falsas películas y leyendas del movimiento sádico y fantasioso, propias de fábulas adolescentes. Sin embargo, sí hay datos tan objetivos como oficiales fruto de la documentación escrita y fotográfica de los procesos jurídicos que cerraron el holocausto y de los testimonios de sus protagonistas. La ‘pesca ecuánime’ no ha sido fácil, pero sí ayudará a descifrar la verdadera y cruel pasión de la señorita Koch. Ilse Koch (1906-1967) nació en el seno de una familia de clase media en el Dresde de principios del siglo XX. No hay datos para barruntar una educación privilegiada en la Universidad de la Tortura. Simplemente era una chica normal que se curtió en la Alemania de la posguerra y tropezó con el mal cuando sólo pretendía salir de la pobreza. A los 15 años, después de estudiar contabilidad, comenzó a regentar los nichos nacionalsocialistas para vestirse de secretaria y poner a prueba su formación. Y digo ‘vestirse’ porque la belleza de la señorita Koch cautivó el conciliábulo de más de un oficial de las SS, atajando en el atroz destino de ‘La pelirroja de Buchewand‘. En uno de esos encuentros programados, la señorita Korch (nacida Ilse Köhler), encontró su horma en la crueldad más vehemente. Era 1934 cuando conoció a Karl Otto Koch, sanguinario coronel y posteriormente primer comandante del campo de concentración de Buchenwald, con quien se casaría dos años después pasando rápidamente del ‘campesinado’ al ‘burguesismo’ de primera fila.
Comenzó de secretaria en las oficinas del campo para pronto participar en sus primeros escarceos sádico-monstruosos. Evidentemente adiestrado por la ‘sutileza’ de su maestro y coronel en placeres terrenales.


” [...] Era una mujer muy hermosa de largos y rojos cabellos, pero con la suficiente sangre fría como para disparar a cualquier preso en cualquier momento. Tenía en mente fabricar una pequeña lámpara de piel humana, y un día en el ‘Appellplatz’ se nos ordenó a todos desnudarnos hasta la cintura. Los que tenían tatuajes interesantes fueron llevados ante ella, para escoger los que le gustaban. Esos presos murieron y con sus pieles se hicieron lámparas para ella. También utilizaron pulgares momificados como interruptores [...] ” Kurt Glass, preso jardinero de los Koch y testigo en los juicios de Dachau de 1947.


El tema de la lámparas de piel humana es uno de los más controvertidos del extraño currículo de ‘La Bruja de Buchewand‘ o ‘Zorra de Buchewand’, como la bautizaron sus sometidos. Si bien aparece en las fotos de los objetos incautados a los Koch durante el desahucio y liberación del campo, las pruebas del informe forense que se hizo para verificar y confirmar el origen ‘humano’ de las pieles como peritaje judicial en los procesos de Dachau, sólo incluyeron tres trozos de uno de los tatuajes descuajados más famosos; por lo que no hay evidencias científicas (si visuales y de aspecto) que valorasen las morbosas ‘pantallas’. Pero de ahí a desmontar por completo el sangriento historial de los Koch mediante el ‘negacionismo radical’ de todo atisbo de realidad demuestra la coexistencia eterna del carácter conspiranoico del sector antisemita. Durante la liberación del campo el propio director Billy Wilder realizó un documental sobre el estado y los objetos encontrados en el campo. La imagen de la mesa con los tatuajes, las cabezas disecadas y la ‘supuesta’ lámpara dio la vuelta al mundo y se convirtió en símbolo de la barbarie. La señora Koch acostumbraba a despojarse de su crueldad adobando su crudo cuerpo ‘ario’ en obscenos baños diarios de vino importado de Madeira, mientras a escasos metros sus ‘esclavos’ sobrevivían hundiendo sus afilados omóplatos en los catres podridos. Pero pronto descubrió que era el ejercicio de su sádica jerarquía lo que la hacía subjetivamente más ‘bella’. Todos los días se mezclaba por sorpresa entre los escuálidos prisioneros para azotar a mano-látigo y burlarse de su aspecto físico mientras dilataba pupilas y aceleraba involuntariamente el pulso. Koch tenía a su cargo a 22 mujeres de las SS y a más de 500 prisioneras de confianza que colaboraban en el control de sus rutinas. Muchos de los reclusos ofrecieron testimonios escalofriantes sobre la opresión sistemática en el campo:


“[...] Me llamó el Dr. Konrad Morgen, que por entonces dirigía una investigación, para que declarara como testigo. Por supuesto evité hacer una declaración incriminatoria porque sabía que si lo hacía se me condenaría irremediablemente a muerte. En particular, se me preguntó si Koch había satisfecho sus perversos deseos conmigo (usaba un pequeño palo para golpearle en el pene al prisionero al que ordenaba que se lo mostrara); pude contestar que no en buena conciencia [...]” Kurt Dietz en “El mozo de Koch”.


Además de su eterna fascinación por el cuero humano, que la hacía coleccionar retales enmarcados con los mejores diseños arrancados tras una inyección de fenol a sus esclavos; según los testimonios, la señora Koch disfrutaba azuzando a los perros para que atosigaran a las reclusas embarazadas por el placer de verlas gritar y correr con dificultad. Además le encantaba dirigir orgías lésbicas con las esposas de todos los oficiales del campo convirtiendo el placer y el dolor en hábitos dominantes de su ajetreada existencia. La mejor evidencia que demuestra los atrofiados comportamientos de los Koch es un documento interno de las SS dirigido a la enfermería del campo para frenar la publicidad de los abusos, atrocidades y excesos que se cometían en los procesos de confesión y extorsión de los internos. El corazón mismo de la barbarie pedía clemencia y prudencia a sus propios soldados de doctrina. Suplicando que no exhibieran también los ‘trofeos’ de piel humana.
Durante los juicios de Nuremberg de 1945 se presentaron como evidencias dos ‘cabezas reducidas’ (ver vídeo y fotos) confiscadas en la dirección del campo de Buchenwald. Otra de las atrocidades auspiciada por la familia Koch y ejecutada por la dirección del departamento de ‘Patología’ a las órdenes del Dr. Erich Wagner. Falso científico y oficial de las SS encargado de las sucias labores de despojos y carnicerías. Pero ya antes, en 1941, el matrimonio Koch tuvo que rendir cuentas ante un tribunal de las SS – dirigido por el Dr. Konrad Morgen- por crueldad excesiva y deshonor. El propio Karl fue condenado, más tarde, por fraude en la administración de fondos del Tercer Reich al desviar el dinero confiscado a los prisioneros a sus propias cuentas. Se demostró también que el coronel mandó asesinar al médico y a su asistente para evitar que divulgaran el diagnóstico de su indigno padecimiento: Sífilis. El Tercer Reich podía aceptar antes la ponzoña del sadismo pero no la malversación de sus propias riquezas y el ejercicio de la justicia subjetiva. Fue ejecutado el 5 de Abril de 1945 una semana antes de que los aliados liberaran el campo. La señora Koch se libró y fue exonerada por jerarquía. De momento.
Tras la liberación del campo, ‘La bruja pelirroja’ fue juzgada y condenada a cadena perpetua en el proceso de Dachau por un tribunal americano. Su pena fue conmutada en 1948 por el general Lucius D. Clay a 4 años de prisión por no existir pruebas contundentes que relacionaran los objetos encontrados con su conducta enfermiza, provocando un escándalo internacional. Tampoco se confió en primera instancia en el valor de los testimonios aportados por los reclusos ni en el famoso diario forrado con piel judía desaparecido. Nunca se encontró.


“Comenzó a dar caminatas entre los prisioneros y a disfrutar azotándolos ella misma. Trataba peor a quienes consideraba más feos. Era la esposa del comandante y nadie la objetaba. Con el tiempo optó por fabricar abrigos, lamparás o billeteras con la pieles humanas de sus víctimas [...]“ Fiscal del juicio contra Ilse Koch. 1951. Sólo cuatro días más tarde del excarcelamiento el senado norteamericano inició una nueva investigación y proceso de nuevo a Ilse Koch, condenándola a cadena perpetua en 1951. En 1967 la ‘Zorra de Buchewand’ se suicida colgándose de unas sábanas anudadas en la cárcel bávara de Aichach sin mostrar arrepentimiento alguno y después de escribir:


“No hay otra salida para mí, la muerte es la única liberación”.


Cinco piezas de piel tatuada provenientes de Buchenwald se conservan hoy en el “National Museum of Health and Medicine” de Washington. Tres han sido identificadas como ‘muestras humanas’ y la otra está pendiente de revisión. Otra pieza que se conserva en el ‘Archivo Nacional’ fue catalogada como parte de una lámpara por el patrón de corte y los agujeros equidistantes de sus bordes. Pero no hay pruebas fidedignas de que ese fuera su cruel destino.
FUENTE: kurioso.es

INTENTO POR COMPRENDER por Manfredo Teicher* 

Hoy, algunos se preguntan si el holocausto realmente existió.
Sí, el holocausto, para vergüenza de la especie, existió.
Pero los nazis y todos los genocidas que hubo y que habrá, no son extraterrestres.
Cualquiera de nosotros, en situaciones semejantes, puede dejar en libertad al enano fascista que tenemos oculto (en el mejor de los casos).
El negar esta posibilidad convierte al problema en algo insoluble.
¿Cuál es la diferencia entre "la raza superior" y "el pueblo elegido"?
¿No subyace en la constitución de todo grupo de pertenencia, algún delirio parecido?
Ud ¿es de Boca? o de River? o de San Lorenzo? o de Racing?
Miles de años pasaron.
Pero aún no podemos enfrentar las raíces psicóticas de la cultura humana.
Los seres humanos ¿somos seres racionales?
Las religiones, los nacionalismos, la lucha de clases y las continuas guerras, no confirman eso.
Si es una utopía pretender una administración racional, justa, del potencial humano (fuera del discurso de los demagogos); si la humanidad se divide...
-...en los que quieren (la justicia social, la solidaridad) pero no tienen ningún poder para imponerla y lo único que pueden hacer es denunciar el abuso de los poderosos
...y en los poderosos que sí pueden pero no quieren...
Y para completar el cuadro,
...si los que ayer denunciaban el abuso porque querían, pero no podían,
si hoy pueden, se han convertido en los que pueden, pero ya no quieren...
Entonces deberíamos aceptar que la inteligencia humana no puede resolver este problema, que plantea la naturaleza humana.
Únicamente el azar puede saber quién será el verdugo y quién la víctima del próximo genocidio que infecte la historia humana.



Manfredo Teicher es antes que nada un trabajador de la cultura.
No se ha refugiado en una campana de cristal cuya cobertura es un intelectualismo hermético, sino que ha intentado ejercer su acción sobre el mundo, en una praxis
Su vida tiene algunos componentes azarosos, nace en la Alemania dominada por los nazis y escapa casi por casualidad del exterminio colectivo de los judíos europeos. Quizás eso explica cierta mirada sombría de la realidad en su obra que el se preocupa por destacar como realismo.
Su obra es ecléctica, mantenida la unidad solamente por la inquietud por cada faceta de la cultura humana. Pinta, dibuja, escribe cuentos, investiga sobre psicología clínica y social. (FUENTE: 
http://manfredoteicher.com.ar/)

CULPABLE

Campo de concentración de Buchenwald. Elie Wiesel se encuentra en la segunda fila de literas, el séptimo contando desde la izquierda.
"vivo pues soy culpable; si estoy todavía aqui, es porque un amigo, un camarada, un desconocido ha muerto en mi lugar" - ELIE WIESEL

HEREDERO
Heredero del silencio. Legado de dolor y angustia.

Llantos hacia adentro. Continuidad de héroes anónimos condenados a sufrir más allá de lo indecible, más allá de lo explicable, más allá de la razón. Gotas de rabia, de ira, de odio, de porqués, de nopuedos, de respuestas no encontradas.
Retazo viviente de un pasado monstruoso y abominable cuando los asesinos iban ganando la partida, mientras Dios miraba para otro lado (¿existirá?). Trozo con heridas sangrantes que no llegan a cicatrizar. Ignominia y oprobio dominantes.
Fragmento compuesto por millones de seres gaseados y cremados en los hornos de la barbarie.
Sobreviviente del despropósito, de la indiferencia colectiva, de la apatía. Apatía de ayer transportada a hoy. Aquella que no impidió la masacre. Aquella que volverá a permitirla. ¿Perdonar? Jamás…



Daniel Najnsztejn

10 comentarios:

  1. Una iniciativa excelente y apasionante por lo cual te felicito Daniel en la esperanza de que tenga un profundo eco en nuestros corazones y haga reflexionar a aquellos o aquellas que se empeñan en hacer del negacionismo su propia historia si ...n base ni moral ni histórica.
    Para el 27, o días antes, también tengo preparado un artículo sobre la Shoá que, de parecerte bien, también podrías compartir desde tu blog. Desde los míos y mis páginas te invito a participar tambien, cuanta mayor difusión demos a esos terribles y trágicos momentos que vivió la Humanidad, en especial el pueblo judío aunque también hubieron otros, por la locura de unos fanáticos impresentables y enfermos, mejor.

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  2. el dia que perdonemos,pasara todo al olvido y con el olvido la historia puede volverse a repetir. Nunca hay que olvidar ni perdonar,por respeto a todos los que cayeron!!!!!!!!

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  3. De alguna forma tiene razón Elie Wiesel, vivimos porque alguien dio su vida para que nosotros podamos vivir...

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  4. Daniel: Pocas veces me emocioné tanto como cuando ví esta nota publicada en Israel.

    "O VIVIMOS TODOS JUNTOS COMO HERMANOS, O PERECEREMOS TODOS JUNTOS COMO IDIOTAS" (Martin Luther King)

    La "racionalidad" aúlla:
    No!! ¿todos juntos? ¡Jamás! El pueblo elegido, o la raza superior, (tenés la libertad de elegir lo que gustes) no puede permitir esto.

    La mayoría, con Tinelli a la cabeza, sostiene:
    Si quieres ser feliz hermano, ¡¡no analices!!.

    Se les puede reprochar algo?
    Hay una sola vida. Si no aprovechás ahora ¿cuándo?

    Y apuráte, antes que venga el próximo genocidio.

    Qué lío, no??
    -------------------------------
    Menos mal que uno necesita amigos.
    Daniel, un muy fuerte abrazo, muy agradecido.

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  5. Bueno, Daniel, me arruinaste la mañana con la historia de Ilse Köhler.
    Me obligás a pensar ¿cómo se forja "eso"?
    La pobreza, la lucha de clases, el tratado de Versalles, el nazismo, la intoxicación con el poder, la revancha, el nacionalismo, la guerra, el triunfo, la derrota. Sí, todo eso dice algo, pero no alcanza.
    Nuestra ignorancia supera ampliamente a lo que supuestamente conocemos.
    Ilse Köhler encabeza una lista de incógnitas para mí.
    En la lista está Silvia Plath, algo muy distinto pero también obliga a pensar.
    Y acá tenemos al odontólogo Barreda que mató a su mujer, su suegra y a sus dos hijas.
    No olvido al compañero de Ilse (Karl Otto Koch)
    Es el caldo de cultivo social, ¿cómo lo hace?
    No es posible evitar eso?
    No sabemos cómo.
    Y parece que tampoco tenemos demasiado interés en saberlo.
    Pero quizás podríamos usar nuestra inteligencia para averiguarlo.
    Quizás. Quizás. Quizás.

    Daniel, un abrazo, hoy bastante amargo

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  6. Excelente!!! Cada día encontramos más testimonios del horror.

    Pero... no habría que estudiar el porqué y cómo evitar el próximo genocidio que el Azar está planeando?

    Culpables!!! Hervirlos en aceite- Quemarlos vivos (recuerdan la Inquisición?)- es lo que sin duda merecen los culpables.

    Quizás ya está ocurriendo.
    Qué? un nuevo genocidio.

    Qué se hace para evitarlo?
    Qué se hace para conocer la infección del caldo de cultivo social que produce los genocidios?
    El circo romano, la esclavización de África, la conquista del Oeste americano, la conquista del desierto en el Sur, Armenia, Shoa.
    Ni los verdugos ni las víctimas dejaron de ser humanos.

    HERMANOS NUESTROS.
    SÍ, TANTO LAS VÍCTIMAS COMO LOS VERDUGOS ERAN NUESTROS HERMANOS.

    ¿Dónde está la orgullosa inteligencia humana que explique esta locura?

    Sociólogos, psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas,
    Qué responde la ciencia?

    Por piedad.
    La humanidad espera una respuesta.
    La venganza no debe ser suficiente.

    La realidad clama algún remedio contra tanto dolor.
    Por favor.

    Quisiera estar orgulloso de ser humano.
    Por favor.

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  7. Y YO AGREGO QUE EL VATICANO SABIA PERFECTAMENTE QUE ESTABA PASANDO.EL NAZISMO NEGOCIO CON EL.

    NEGAR EL HOLOCAUSTO O LA INQUISICION,LA MUERTE DE 1,500.OOO ARMENIOS A MANO DE LOS TURCOS,LAS PURGAS RUSAS EN EPOCAS DE LENIN Y BERIA,ETC.ETC.ETC.ES SOLO PONERLE UNA CORTINA DE HUMO A LA BARBARIE Y LA VERGUENZA HUMANA.
    tAMBIEN AFRICA LO SUFRE Y EL PANCARTA ES ALGO ASI COMO: "VEAN MATAMOS EN NOMBRE DE LA VIDA" no estoy para nada de acuerdo con todo esto.

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  8. entre como anonimo pero soy james zybert

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  9. denme uno 30 dias para arreglar esto y entrar con mi nombre. gracias x la paciencia.

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  10. Nunca habia leido ni visto imágenes de tanto terror, xDios.. que asesinos inmundos, èsta foto del niño amenazado.. no sé , no sé como calificar tanto horror, el reportaje a ese mal nacido, tampoco, nada tiene nombre.. mi homenaje entonces al pueblo judio, que nos ha dado grandes cientificos y personas de bien , y NO AL PERDÓN.. el perdón trae el olvido y el olvido puede traer el REGRESO.

    NUNCA MÁS EL HORROR...
    NUNCA MÁS LA IMPUGNIDAD..
    NUNCA EL PERDÓN A LA MONSTRUOSIDAD..

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